miércoles, 28 de noviembre de 2012

CON LA BOCA ABIERTA

Este vecino del mundo lleva unas veinticuatro horas en las que aunque no para de estar en su ventana mirando, lo único que ve es su vida.
Me explico: ayer tuve una cita con mi dentista favorito, y como siempre, me dejó con la boca abierta. Esta vez no por su locuacidad y buenas maneras, sino que me sacó una muela y me puso un implante, o al menos, como en un libro de los de ahora, la primera parte de él.
En realidad, lo que sufrí no deja de ser una intervención quirúrgica, y como ya me lo había advertido mi galeno favorito, las molestias, una vez pasado el efecto de la anestesia local, son más que evidentes, por lo que si no me puedo gestionar yo mismo, difícilmente puedo pensar en el resto del mundo.
De todas maneras, en los momentos de la ausencia de molestias, lo más parecido al Edén, me ha dado tiempo ha elaborar una teoría, por la cual las personas no piensan, las que lo hacen, con el cerebro, como se pensaba hasta ahora, sino con la boca misma. De ahí se puede comprender el por qué no me podía concentrar y enfocar mi pensamiento.
No comprendo como hasta ahora no ha habido ninguna otra persona que haya llegado a esta conclusión antes, cuando estamos rodeados de signos más que evidentes.
Conectas la radio, y los colaboradores de cualquier programa, a medida que se les va calentando el pensamiento, en este caso en la boca, pueden decir cualquier barbaridad disfrazada de cultura y buenas palabras, además por aquello del corporativismo, y de esa ley tácita de no me pises el juanete y yo no te pisaré el tuyo, normalmente no se corrigen, que no es lo mismo que contradecir.
Enciendes la televisión, y en especial en ciertos programas, puedes enterarte con aires de primicia mundial, de cómo es, por ejemplo, una reina de la copla vista mediante los ojos de una mujer que durante un tiempo trabajó para ella, y como no salió muy bien de allí, porque evidentemente si hubiera estado bien, allí seguiría, le pone de vuelta y media, y cuánto más le paguen en el citado programa, la vuelta y media se puede convertir en más vueltas que una carrera de Formula 1.
No comprendo cómo a estos programas se les llama “del corazón” cuando precisamente hay de todo menos eso, corazón, en la mayoría de las declaraciones.
Volviendo al tema de “la boca”, últimamente todo el mundo la tiene caliente y presta a poner de vuelta y media a cualquiera que se le ponga por delante.
Una prueba de ello es lo ocurrido estos días pasados, al filtrarse ochenta y un números de teléfono de todo tipo de famosos españoles, a través de una página en internet, y posteriormente también recogidas en las llamadas redes sociales.
La mayoría de los incluidos en la lista ya han tenido que cambiar de teléfono, por tenerlo colapsado, y precisamente no con llamadas en las que la gente les dice lo buenos que son y lo que les admiran.
Quizás, internet ha democratizado en cierta manera la fama, y es más fácil ahora acceder a esos cinco minutos de gloria, y el hacernos pensar, con la accesibilidad de las redes a cualquier lugar, de que en realidad todos pertenecemos ya a una misma familia, y no hay que olvidar que en muchas de ellas, las luchas del poder por el poder son constantes.
Estamos en una época, influenciados especialmente por la televisión y la proximidad extrema del famoso, al que ya vemos como uno más de la familia, y nos creemos capacitados para decirles cualquier cosa, eso sí, sin pasar por el cerebro; haciéndolo directamente desde la boca, y nunca conviene olvidar de que por la boca muere el pez. 

*FOTO: DE LA RED 


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