Ya sabemos que una
definición, quizás chabacana y muy manida, es que la vida es una película. Y en toda película no solo son importantes los actores principales,
que en este caso somos cada uno de nosotros, sino que es conveniente rodearse
de un buen elenco de actores secundarios. Y hoy, hace apenas unas horas, nos
hemos enterado de que ha fallecido uno de esos actores secundarios de mi vida, y
me imagino que de la mayoría, como ha sido Moncho Alpuente.
Para las nuevas generaciones
ese nombre tristemente no significará nada, pero para los nacidos, como es el caso de este
vecino del mundo, hacia mediados o finales de los cincuenta, Moncho Alpuente
tiene un significado de nuevos aires, de cambios, de otra mirada, más moderna,
nunca mirando hacia atrás. Unos fotogramas en color en una película, otra vez, en blanco y negro.
Se suele decir que quien
mucho abarca, poco aprieta, pero en el caso del Señor Alpuente (periodista, escritor,
cantante, compositor, y con recorrido tanto en radio como en televisión,
incluyendo la dirección de un capítulo de una serie) debe de ser la excepción
de la regla. Es una persona que ha sabido evolucionar de acuerdo a la época que
le ha tocado vivir, cosa que quizás aprendió al mismo tiempo que, en su
juventud, tenía que torear a una censura muy estricta. Si alguien me pidiera
una definición de Moncho Alpuente, este vecino del mundo lo tiene no claro,
sino nítido: un hombre renacentista en pantalones vaqueros, que puede ser confundido con un aprendiz.
Lo importante del Señor
Alpuente será por siempre, su manera de decir las cosas, con cercanía y
quitándole siempre la aureola de lo culto para dárselo al pueblo. Muchos estarán
diciendo en estos momentos que ha muerto un humorista. Pero el Señor Alpuente
ha sido más que eso, una especie de filósofo en zapatillas, que ha sabido contar y argumentar su manera de ver la vida, con humor, tanto en verso como en prosa. Prueba son
las miles de columnas que habrá escrito en periódicos, hablando de “su”
actualidad, y de varios libros entre los que se podría destacar, por nombrar
uno, “Hablando francamente”, que es una especie de biografía, con acento
netamente satírico, de Franco.
En la música siempre fue
ingenioso hasta para ponerle nombre a sus grupos, desde el primero, “Las madres
del cordero”, “Desde Santurce a Bilbao blues band”, "Moncho
Alpuente y los Kwai" y "The Moncho Alpuente Experience". Su gran éxito, e himno de
los conductores de los setenta fue “El hombre del seiscientos”, con su grupo de
ese momento “Desde Santurce a Bilbao blues band”.
Desde hoy, para sus
seguidores al menos, la vida va a ser un poco más aburrida, y consecuentemente,
más larga.
Descanse en paz el bueno de
Moncho Alpuente, todo un renacentista camuflado de hombre corriente.
*FOTO: DE LA RED