Desde
que abro esta ventana al mundo, digamos que
tengo alquilado un sexto sentido
para fijarme en momentos que después puedan ser interesantes para
este blog, y eso ha ocurrido hoy en un paseo que ha comenzado al
atardecer, y que de primeras me ha llevado hasta la FNAC pues tenía
que comprar un lector de tarjetas para el ordenador, para incluir
luego precisamente las fotos que acompañan a este texto.
Mientras
estaba en la cola de la caja, que por cierto son más lentos que el
querido Javivi recitando una poesía, ha pasado Nacho Montes con un
cortejo de jovencitas, todas con su libro “¿Nada que ponerte?”,
por lo que he deducido, y luego confirmado, de que ha estado firmando
autógrafos, y después en la calle, enfrente mismo de este gran
comercio, había instalado una especie de photocall con publicidad de
una marca de belleza, y el citado Nacho Montes formaba parte
importante del sarao (Fotos 1 y 2).
La
verdad es que me ha dado un poco de miedo la influencia que parece
puede ejercer en una parte de la juventud, y no lo digo por él en
especial, sino por lo que su imagen conlleva. Una sociedad donde lo
importante es la apariencia, y además dictada por ciertas personas.
Siguiendo
en realidad con el mismo tema, unos minutos después mis pies, ya que
mi cabeza estaba todavía procesando las imagenes de ese impuesto
glamour que se desplegaba en los aledaños del comentado photocall,
se han parado al lado de la tienda Ayestarán que intentando no pasar
desapercibida había contratado una máquina creadora de pompas (Foto
3),
y es que hay pa too
en la viña del señor. De pronto me he imaginado a un niño pequeño,
diciendo a sus compañeros en el cole, que su padre es inventor, y
que ha creado una máquina que hace pompas de jabón. Al niño le he
tenido que imaginar pequeño, porque un joven de unos diez y ocho
años es incapaz de confesar a sus colegas que su viejo ha inventado
una máquina que hace pompas de jabón, porque el cachondeo con la
peña, como dicen ellos ahora, iba a ser tal, que como mínimo le
llamarían hasta el final de sus días
el hijo del porompompero,
y eso siendo benévolos.
Y
para cerrar una especie de tríptico de la moda y de la sociedad
actual, mis pasos, otra vez solos, me han llevado al lado de la
tienda Loreak Mendian, y en el escaparate había una joven poniendo
música, y tras ella una frase como campaña de la tienda, “No
estaba muerto, estaba de compras” (Foto 4). Está claro que la
frase es una variante de una famosa letra de canción en la que se
dice que “no estaba muerto, estaba de parranda”. Hasta aquí todo
bien, el problema es que si estudias un poco la frase te puede
sugerir lo contrario, que
si no estás de compras, estás muerto, y
vuelven otra vez a mi mente las jovencitas con el libro sobre la
moda, las pompas que se rompen en el aire, y el comercio en general
que se encarga de que sepas de que si no compras es que estás
muerto.
Estaba
yo que no estaba, cuando el tour realizado hoy por mis zapatos me ha
salvado de mis pensamientos, llevandome al Kursaal, y mientras
llegaba he oído un montón de voces femeninas en una especie de
gritos provenientes de parturientas asesoradas por matronas que
practican la presunta filosofía de una Anna Tarrés en versión
médica, para que los partos sean perfectos en su ejecución.
Hoy
el destino, quizás para resarcirme del día en que
no ví a
Richard Gere, ha querido que vea a un Edward McGregor como máximo
exponente de lo que puede ser cuidar a unos fans. Si hay alguien que
dice que no se ha fotografiado con él, tiene mérito, porque será
el único, y en el fondo lo habrá hecho queriendo para distinguirse
de los demás fans.
Antes
de montarme otra vez sobre mis zapatos para que me llevaran esta vez
hasta casa, y acordándome de la estrella a la que acaba de ver, he
mirado hacia el cielo, y he reparado en el mudo testigo que era hoy
una luna espectacular (Foto 6), aunque no llena del todo, y eso
llevado al mundo de la moda equivaldrá a ser imperfecto. Cualquier
día que vuelva a ver a Nacho Montes le pregunto su parecer. Será
interesante.
*FOTOS: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA