"Autómata" puede haber sido una gran
película del oeste llevada al futuro o una historia negra revestida de
parafernalia futurista, pero en realidad es un juego de máscaras donde lo que
importa es el interior.
En un futuro nunca
especificado, pero no muy lejano, vemos un planeta, el nuestro, víctima de la desertización.
Jacq Vaucan (Antonio Banderas), agente de seguros de la compañía que tiene el
monopolio robótico, tiene que investigar un caso aparentemente menor, que derivará en algo mucho más grande para la humanidad. El Señor Banderas
produce y protagoniza este thriller futurista con estética vaquera, que
especula sobre lo que ocurriría si la inteligencia artificial superase a la
humana.
A todo el que haya visto o
vaya ver esta película, le vendrá a la mente “Blade runner”, e incluso "Yo, robot", pero como siempre se ha dicho, las comparaciones son odiosas. Y
quizás en esas pretensiones, no de superproducción, sino filosóficas, quizás
esté el talón de Aquiles de esta película.
Esta historia puede tener una lectura, como ya se ha comentado, profundamente filosófica, e incluso religiosa, y en opinión de este vecino del mundo, en ellas la historia se hace
muy pequeña, pero si simplemente el espectador quiere dejarse llevar, puede ser una afectiva historia de amor, o incluso un
singular triángulo amoroso, en el que se da preferencia a los sentimientos en
detrimento de la sabiduría. Las máquinas en poco tiempo podrán ser más “listas”
que nosotros, pero las historias vividas con la piel, con el tacto de los
sentimientos, son un mundo aparte.
Es un trabajo de honestas
pretensiones en el que nunca se han asimilado correctamente todos los componentes, y de pronto, haciendo una especie de
paréntesis en la trama de la película, se lanzan frases, bien aparentes, a modo
de comida para el hambriento de significados.
Personalmente me gusta más
lo que no se dice, por las caras inexpresivas de los autómatas, que lo que se
cuenta. Esa peluca de la autómata de sugerentes formas, es un claro guiño a la replicante de “Blade
runner”. Cleo es tan inteligente que se da cuenta de lo que nunca podrá
entender, las cuestiones que atañen a los sentimientos, y tal vez por eso, al
final, se quite la máscara, para no expresar esa dulzura que nunca podrá
tener.
Quizás, y para este vecino
del mundo, en esta ocasión el trabajo de Antonio Banderas es demasiado
exagerado, como gustándose así mismo, y mostrando un catálogo de tics,
demasiado empalagosos para la parquedad del resto de personajes, autómatas
incluidos.
Ha sido un gusto el rencontrarse
con un Tim McInnerny, por siempre recordado como uno de los entrañables amigos
de “Notting Hill”, haciendo de un malo más al estilo de las películas del oeste
de Clint Eastwood.
Una obra de grandes
intenciones, por parte del director Gabe Ibañez, siempre a la sombra y al servicio de Antonio Banderas, y de un presupuesto más que ajustado que sin embargo de lo único
que adolece es de un guion, quizás un poco más consistente, y que está más dirigido a lo
pretencioso que a lo eficaz.
Es una pena el pensar que
esta película es una especie de testamento del binomio Banderas – Griffith, que
aunque Melania, en la película aparece poco, en el original en inglés pone
incluso la voz a la bella Cleo.
Este vecino no quiere cargar
las tintas en las partes más débiles de la película, porque siempre es un lujo
que haya personas valientes como Antonio Banderas, y su productora “Green Moon”, que no tengan miedo en jugarse su patrimonio en la ruleta del séptimo arte.
Gracias, Antonio, por
existir y porque te guste el cine.
*FOTO: DE LA RED