Una sociedad cada día más
políticamente correcta, demasiado políticamente correcta, pero a la postre con
sólo una idea que es ya una religión: ¿Qué hay de lo mío?
Nos pasamos una parte del día
bajo la propaganda de que la culpa es nuestra por no tomar medidas profilácticas
adecuadas, y la otra parte, bajo la propaganda también, de que somos los únicos
que podemos salvar la economía del barrio, aunque durante mucho tiempo se
olvidaron de él (creando verdaderas ciudades-tienda en la periferia).
Ahora es uno de esos momentos
en los que todos apelan al corazón, pero no olvides, que junto a él, junto al corazón,
la mayoría de las veces está la cartera.
Y entre viaje al corazón y viaje al corazón, la cartera siempre está en
peligro.
Una de las curiosidades de
esta pandemia es que pudiendo ser contagiado en cualquier sitio, si te aproximas gremio
a gremio, todos coinciden, el suyo es uno de los más
seguros, porque cumplen las más estrictas normas de seguridad.
Al final el ciudadano de a pie
se tendrá que convertir en gremio también para hacerse más seguro, e intentar
que al final y medio de reojo los demás gremios no den a entender que la culpa
es del cliente, que anda como loco…
Aunque sería entendible que
siendo el horno y el bollo, el sujeto activo y el pasivo a un mismo
tiempo, no nos llegue la camisa al …trasero,
y andemos con él siempre a la vista.
El lector habrá notado que hoy no hemos mencionado al político de turno, de cualquier condición. Y es que lo mismo que ellos, confirmado, no tienen alma, este vecino del mundo no tiene Almax para su estomago, ni ganas de indignarse cada día un poco más.
Ya lo dijo Bécquer: ...qué solos se quedan los muertos.
*FOTO: DE LA RED