Rodeado de gente que no conozco. Quizás eso es parte del
encanto de estar de vacaciones. Por eso hoy al ir saltando por los diferentes
canales de televisión, me he encontrado con una persona que para mí ha marcado
toda una época, Margaret Mary Emily Anne Hyra, más conocida como Meg
Ryan, y me ha hecho sentirme como en casa.
Recuerdo que la conocí en la película El
chip prodigioso, pero, por decirlo de alguna manera, me hice
meg-ryan-adicto en Cuando Harry encontró a Sally. Ya sé lo que estáis
pensando...pero antes de la escena del orgasmo fingido ya me gustaba.
Tenía en ella un algo que la hacía adorable, algo que la
hacía diferente a las demás, pese a no ser ni voluptuosa, ni sexy..., bueno
sexy sí, sexy a su manera.
Como cuando se enfadaba en pantalla, y ponía cara de
hacer “pucheros”, o como cuando se quería autoconvencer de que lo estaba
diciendo era verdad, aunque sabía, todos sabíamos, que eso no era así.
Ha sido la chica de la puerta de al lado,
una chica normal y corriente, que al mismo tiempo tiene algo que la hace
hermosa, muy hermosa, y que piensas además que tiene una especie de escudo que
la hace invisible a los demás, o al menos eso es lo que creía yo hasta que me
enteré de que se había casado con un tal Dennis Quaid, también actor. Pero
eso no es lo peor....con el tiempo me di cuenta de que también le gustaba a mucha
gente y de que era muy famosa. Iba a ser todavía más difícil que nos
conociéramos.
Aunque he leído que como compañera de trabajo deja
bastante que desear, eso no me preocupa pues sé que nunca trabajaremos juntos,
...al menos por ahora. En cambio, debo de darle las gracias por dejarme
compartir una gran gama de sentimientos junto a ella, compartir sus problemas,
y alegrarme cuando encontraba el amor en la pantalla.
Sin embargo, y aunque en cierta manera era el rival de
todos los que queríamos a la Meg Ryan de la pantalla, no me gustó a mi
personalmente, que dejara a su marido por un compañero de película, Russell
Crowe, con quien a la postre su amor no prosperó.
Ésto, junto con su operación de cirugía, para luchar
contra el paso de los años, han sido los dos grandes errores en una vida, por
otra parte, repleta de grandes aciertos.
Películas como Algo para recordar, o Tienes
un e-mail harán que siempre esté en nuestros corazones, y de reojo
vigilemos la cartelera por si hay algo nuevo con ella dentro.
Una cosa es que por diferencias con su comportamiento me
enfadara con ella, y otra cosa es que la olvide. A actrices como a Meg Ryan no
es justo olvidar, ni en mi caso se puede, aunque sí de vez en cuando merezca un
rapapolvo como el de ahora, para recordarle que aunque es famosa también se
puede equivocar. Pero siempre la perdonaremos, por habernos mantenido pegados a
una butaca durante muchas horas, con la esperanza de que quizás en un momento,
solo en un momento, dejara de mirar al protagonista y nos mirara a nosotros.
*FOTO:
DE LA RED
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