¿Qué queréis que os diga? Este vecino del mundo se ha
pasado el fin de semana preguntándose qué ha hecho con su vida, y ha llegado a
la conclusión de que en sus casi seis décadas, ha estado de
turista, mirando sin ver, o al menos sin enterarse, de la misa la media, y la culpa
de todas estas disquisiciones casi-filosóficas es por la intervención este sábado en un programa televisivo de
Francisco Nicolás Gómez Iglesias, Ex Pequeño Nicolás.
Y es que tras su intervención, considero que más del
noventa por ciento de los espectadores (obtuvo una audiencia próxima al 25 por
ciento), ha cambiado la visión de esta persona, porque para este vecino, esa
entrevista le ha transmutado de personaje a persona.
Con apenas veinte años, si es verdad lo que cuenta,
podría escribir más aventuras que el personaje de Ian Fleming, pero
sinceramente, su relato se sustentaba, tenía sentido, por mucho que los periodistas intentaron
liarle, o se liaron ellos solos, que es la duda que tengo.
Lo triste del caso, y da para pensar y disertar
extensamente, es que si en las cocinas del estado tiene que intervenir un “chef”
de veinte años para hacer el guiso, mal andamos.
Francisco Nicolás, en este momento, camina no se sabe muy
bien si por la senda de un espía tremendamente peculiar, o por una nueva
versión de Don Quijote, esta vez con las novelas de espionaje político por
trasfondo. Si padece algún trastorno, está hondamente metido en ello, y si es
verdad lo que cuenta, esta España es más de pandereta que nunca, porque hombres
de pelo en pecho y millones en la cuenta, necesitan de un púber que les ayude.
Varios estamentos ya han dicho que no le conocen de nada,
pero es que si es verdad lo que cuenta, no pueden decir otra cosa. Sin embargo,
tras la extensa entrevista, y poniendo a varias instituciones en la picota, además sin cobrar un duro, que dicho sea de paso,
se podía haber forrado, porque la expectación era máxima, han quedado dos cosas
claras:
La primera es que a la ceremonia de proclamación de Felipe VI fue
invitado él directamente, y no iba de acompañante, que lo acreditó con un
documento de la Casa Real, y la segunda que lo que se planteaba desde el
principio como una persona que se colaba
en lugares donde ocurrían cosas importantes para sacarse la foto,
no es verdad. No se colaba, era invitado y en muchos de los casos tomaba parte
activa.
Su declaración este sábado ante las cámaras tiene sentido
como un intento de salvarse él mismo por las cosas que le puedan ocurrir a
partir de ahora, y además le ha servido para tomar la alternativa como torero, ya que practicó todo tipo de suertes y quiebros en la lidia a la que le querían someter, no se sabe muy bien si como toro o torero, y volvió loco al personal del programa, del que estuvo en un tris de convertirse en moderador.
Con todo ésto, y extrapolándolo, España se ha convertido
más que nunca en un teatro, el País S.A. al que Forges siempre se ha referido, donde las
cosas que ocurren se presentan en formato show, con “un más difícil todavía”
como lema. Por eso, y bien pensado, están abundando dos especies en
nuestra fauna actual: los tertulianos y los monologuistas.
Los dos se caracterizan por contar cosas sobre lo que nos rodea, aunque me
quedo, por supuesto, con los segundos, chillan menos y además ayudan a ver el
panorama actual bajo el prisma del humor, y eso, en nuestros días, no es poco.
*FOTO: DE LA RED