Desde pequeño me enseñaron a
tener cuidado con mi comportamiento, para que nunca me tuviera que arrepentir
de las cosas que hubiera hecho, pero se les olvidó explicarme que pudiera
llegar también un día en el que me arrepintiera de cosas que nunca hice.
Si digo que nunca he roto un
cristal, queriendo, naturalmente, muchos se preguntarán, si en realidad quisiera
haber sido un cafre, pero los niños nacidos a mediados/finales de los cincuenta
tampoco teníamos muchos medios con los que jugar, y sí mucha imaginación. En
una época, mi cuadrilla de amigos, de unos doce o trece años de edad, tuvo la
oportunidad de jugar en una casa abandonada, que iba a ser derruida, y ante
nosotros, durante mucho tiempo, hubo miradores compuestos de ventanas, cada una
de ellas con unos diez cristales pequeños, y mientras mis amigos se hinchaban a
romper cristales, haciendo verdaderos campeonatos, yo me ganaba el cielo, portándome
bien. Ya de mayor me di cuenta que lo del cielo venía a ser como el Fórum Filatélico, pero para cristianos. Te
pasas la vida ahorrando rezos y buenas acciones para algo que nunca verás.
Aquellos sueños que siempre
he ido posponiendo, o ahorrando, para mejor ocasión, primero por los estudios,
luego por la novia, la esposa, los hijos, y porque al final descubres que ese paraíso
al que aspirabas en realidad no debe de existir. Has ido sufriendo tantas
pequeñas decepciones, incluso de ti mismo, que aquellos valores te resultan
como mínimo un tanto naíf, una especie de parque de atracciones de vidas
simuladas, en un lugar de una vida en serio.
La vida hay que vivirla al cien por cien, o como se dice ahora “a tope”, pero siempre intentando ver el lado
positivo de todo, porque con el tiempo nos damos cuenta de que eso de que solo
se vive una vez, tristemente es verdad. El teatro se ensaya, pero la vida no. En
el argot cinematográfico diríamos que la vida, nuestra vida, se rueda en una toma única, y al contrario de
lo que ocurre en el cine, en nuestra película el héroe, o protagonista
principal, siempre muere. E incluso desde un punto de vista egoísta, el único
consuelo que nos puede quedar es que mientras alguien nos siga recordando,
realmente no habremos muerto del todo.
Si alguien esperaba hoy “algo”
más alegre, para su información comento que con el malísimo tiempo que ha hecho todo el día (en Donosti), bastante que este vecino del mundo no ha contado una historia en la que
todos se suicidaban, y no podían comer perdices
por razones obvias.
De todas maneras, si queréis
algo más alegre, siempre podemos practicar el famoso “crowdfunding”, o
microdonaciones, para enviar a este vecino del mundo, una temporada a la
República Dominicana, por ejemplo, y os garantizo unos relatos y comentarios
totalmente optimistas. ¿Cuela?...Al menos lo he intentado.
Lo dicho, uno ya está un
poco cansado de cuidar su comportamiento a modo de dieta ligera en pecados.
*FOTO: FOTOGRAMA DE "MARCELINO PAN Y VINO".