Que me lo veo venir. Si los plazos se habían acortado, y
ahora una cosa que se repite en dos años, es decir, en dos veces, ya es tradición,
lo de aplaudir en los balcones por la noche puede acabar como el rosario de la
famosa Aurora.
El ritual del balconing del coronavirus se va a convertir en lo que en los años sesenta y setenta en
la radio se conocía como “discos dedicados” y ya se han comenzado a oír
canciones como “Resistiré”, “Color esperanza", y en lugares cercanos,
donostiarras, “Txoria txori”, y la tamborrada. Al margen de que ya han surgido hasta disc-jockeys de balcón e incluso deportistas jugando al ping-pong de ventana a ventana.
Que me lo veo venir. Que nuestro momento de gloria va ser también
nuestro cadalso, y antes moriremos de una pulmonía doble, como las que se
cogían antes (porque aquello sí que eran pulmonías, oiga) ganada en nuestro
balcón a fuerza de aplausos y de exaltación espiritual por todo lo que se
menee.
Y en el fondo, todo ésto no deja de ser “ver los toros
desde la barrera”, o pan y circo.
En lo que nos dejan de dirigir unos, nos dirigimos nosotros mismos, pero siempre en unión. Porque si algún día, Dios no lo quiera, nos damos
cuenta de que somos tontos, lo seremos pero todos, para que nadie hable.
Pero que conste que lo de los festejos en los balcones no
deja de ser otra forma de la verbena pura y dura. Y es que cada uno hace lo que
sabe.
En cualquier momento, y eso que ahora están fuera de juego, se nos unen los
de la pérfida Albión, en su versión de Magaluf, y como su primer ministro,
Boris Johnson, ya cuenta de antemano con que va a haber muchísimas bajas, su
último show antes de lanzarse a los bordes de cualquier piscina, puede ser una especie
de actuación samurai pasados por cerveza en cantidades ingentes.
Esto del coronavirus todavía nos va a traer grandes
sorpresas, que sean buenas ya es otra cosa…
*FOTO: DE LA RED