Hay
una expresión en español que puede definir el estado actual de
muchos de nosotros, y es “De ilusión también se vive”.
Personalmente
me
paso los días enteros buscando la lámpara del cuento, con genio
incorporado. No, no quiero ser millonario, con no tener que mirar al
mañana con miedo me vale. Sin embargo, sí quisiera pedir algún
deseo quebrado. Lo he llamado así no por ser un sueño roto, sino
por lo raro, para algunos, de la dirección del citado deseo.
Quizás, algo diferente a lo que se pudiera pensar en un primer
momento.
Me
gustaría pegarme una juerga con Joaquín Sabina y Melendi. No, nada
de sexo, al menos entre nosotros. Debo de ser de los pocos que quedan
que soy heterosexual, pero es que nadie es perfecto.
Primero,
por supuesto, me haría un chequeo médico para comprobar que tengo
el hígado en buenas condiciones, y luego a la calle con ellos dos,
hasta que el nuevo día nos mande a casa, o la policía nos pegue
algún toque, y no me refiero con la porra, sino que nos recuerde que
es mejor irse por decisión propia, que acompañado por una pareja, y
no precisamente de gemelos.
Soy
de la opinión de que a los genios, ahora no estoy hablando del de la
lámpara, hay que mantenerlos en su medio ambiente, y considero que
tanto Sabina como Melendi, son animales de humo y bar. En realidad,
son los mejores embajadores de los bajos fondos, y te hacen añorar
cosas que el normal de los mortales no ha vívido, y sientes una
especie de celos por sentirte menos.
Había
pensado al comienzo, que mi elección fuera un trío de nombres, pero
ocurre que si llego a elegir a “Willy Toledo” también, como era
mi primera pensamiento, no hubiéramos llegado muy lejos, pues a las
primeras de cambio, Willy se nos habría atado con cadenas a alguna
farola o similar, y además con huelga contra todo, no comer, no
beber..., y para eso no salgo.
Los
universos de los dos cantantes mencionados, aunque parezca que no,
son diferentes. Melendi es el juerguista, pícaro o lo que sea que
es, en activo, mira el presente, como si todo fuera por primera vez,
mientras que Sabina está de vuelta de todo. Si Melendi entra en
un bar, Joaquin Sabina, ya está aburrido de ese recinto, o hace
tiempo que le prohibieron la entrada. Y no es así, Sabina, por su edad, porque esa siempre ha sido su postura. Es un poeta que canta a personas, paisajes y costumbres, que se
acaban, o hace mucho que desaparecieron. Su mundo siempre está en
invierno, y con colores oscuros. Sin embargo, el mundo de Melendi está
en continua primavera, con la sangre alterada por amores nuevos.
Si
alguno sabe dónde se encuentra esa maldita lámpara, se apreciaría
un poco de información, porque mañana tengo cita con el médico
para lo del hígado, y me temo que me voy a quedar compuesto y sin
juerga, al menos con ellos.
*FOTO: DE LA RED