Aquí no tenemos gallos que nos despierten al amanecer,
pero sí perros. Ahora debería decir eso de que también hay perros de dos patas,
pero en ese caso pondría muy mal al perro, y no es mi intención, ya que además
tengo uno, Afgano, mi bichon frisé. Por cierto, con Afgano siempre he tenido un
problema. No estoy seguro si en realidad no habla, o es que está eternamente
enfadado conmigo, y no me habla a mí.
En cierta manera, ese tipo de situaciones, un perro que
ladre en el vecindario, son detalles que nos recuerdan que estamos rodeados de
naturaleza, y que por muy conectados que estemos a las nuevas tecnologías, que
como llevamos ya mucho tiempo hablando de ellas, ya no son tan nuevas, en
realidad provenimos de las cavernas. Y que antes no existía ni Armani,
ni tan siquiera Amancio Ortega, y que si no
eras un poco avezado en el arte de la caza, no llevabas ni taparrabo,
con las vergüenzas al aire.
Y quizás todo se trate de eso, de disfrazar las
vergüenzas de la mejor manera posible, tras mucho tipo de barniz, para que
brillemos a pesar de todo.
Hablando de Amancio Ortega. Bien mirado, este señor, al
que dicho sea de paso, este vecino del mundo no conoce de nada, es heredero
directo de los antiguos conquistadores, al que no le ha hecho falta ni
una espada, solo una buena idea, y mucho, mucho trabajo, para conquistar el
mundo, y hacer realidad esa máxima del Siglo de Oro español, de que en nuestro
imperio no se ponía el sol, aunque en este caso, el imperio sea solo
suyo. Otra cosa ya será los
damnificados, o los daños colaterales, como se dice ahora, que todo imperio pueda
causar.
Y con lo de los daños colaterales entramos en el terreno
de los eufemismos, de los que son verdaderos magos los políticos, como decir
eso de que “el poder debe de estar en el pueblo”, lo cual no estaría nada
mal. Salvo con la diferencia de que quien dice eso, en realidad está pensando
que el pueblo es él, porque que sepa este vecino, al menos él, no ha firmado
ningún papel para que nadie hable en su nombre.
En el piso de arriba, el perro del vecino lloriquea, y
debajo hay otro vecino que no para de darle vueltas a la cabeza, y solo va a
conseguir marearse, o incluso en el peor de los casos, hasta desnucarse.*FOTO: DE LA RED