Estos días está teniendo lugar el juicio a aquel grupo de
cinco jóvenes, cuyos miembros se autodenominaban “La Manada”, y que en los
Sanfermines del 2016 fueron acusados de violar una madrugada a una joven
madrileña de dieciocho años.
Ya se sabe que es lícito todo tipo de triquiñuelas
legales para salvar a unos acusados, pero… ¡Qué casualidad! Al crear la nueva
versión de lo ocurrido en aquellos Sanfermines, al menos por parte de “La
Manada”, lo único que les sobraba, no les venía bien, era el teléfono móvil
robado a la víctima, y que hiciera recordar el dicho de “además de …violada (por ahora
presuntamente), apaleada (metafóricamente hablando)”, y de esta manera hacer
más verosímil su historia, por eso uno de ellos, se supone que haciendo un
esfuerzo, se ha hecho responsable, pero sólo, eso sí, del robo del móvil.
Lo de seguir a la chica en los días posteriores y hurgar en su
comportamiento por internet, por parte de un detective privado, a petición de
uno de los sospechosos, es jugar sobre seguro, porque si se comporta sin
secuelas aparentes, o peor, muy animada, se le presenta en el caso como una
exagerada, como una mentirosa, o cuando menos se le pone en duda. Y si
aparentemente se le ve muy deprimida, o con secuelas palpables, obviamente este
seguimiento no se hace público.
Este vecino del mundo no tiene ni idea de derecho, pero
precisamente por eso está libre de la posible contaminación de ese mundillo de
hechos probados, y de que antes es cumplir con las normas legales establecidas
en cuanto a presunta inocencia, que ceñirse a un caso determinado.
Quizás, tanto al abogado defensor y personas de la
prensa que han podido hablar del tema cargando las tintas sobre la todavía
presuntamente agredida, porque sea lo que sea el resultado del juicio, siempre
habrá en este caso una víctima sufridora cuando menos de indefensión y de estar
bajo una continua sospecha de su comportamiento moral, habría que sugerirles
que imaginaran que la víctima es su hermana, o su hija, y quizás en ese momento
modificaran su criterio y su comportamiento.
La sombra del machismo, y más en este caso, siempre es
alargada, y el juicio a “la manada”, sea cual sea el resultado final, es algo
así como un duro mensaje a futuras posibles víctimas denunciantes: ellas serán
las juzgadas.
¿Cuántas mujeres se plantearán, a partir de ahora, denunciar
o no lo ocurrido, tras hacerse público que a la presunta víctima de "La
manada" la siguió un detective, fue centro de posibles dardos de las redes sociales, y los medios de comunicación, especialmente las diferentes cadenas televisivas,
airearon su vida en sus diferentes programas de información/desinformación?
Por cierto, y solo se atreverá este vecino del mundo a
decir que da qué pensar que diferentes mensajes de La Manada por WhatsApp anteriores al hecho
no se admitan en el juicio, para, se supone, no violar los derechos de los acusados, y, por
otro lado, se admite el informe de la investigación ya comentada a la posible víctima, realizada en días
posteriores al día de autos.
¿Se podría decir que ante dos posibles violaciones, la de la
presunción de inocencia, y otra, por decirlo de alguna manera, que puede ser carnalmente real, prima la
metafórica sobre la de carne y hueso?
Conviene no olvidar para más inri, que no son solo los cinco hombres
en el juicio, sino veintiún hombres del grupo de WhatsApp que,
presuntamente también, jalearon y no denunciaron la violación.
Según diferentes datos, en España hay una violación cada
8 horas y, sin embargo, todavía a las víctimas, de cara a la ley, se les
intenta poner en solfa por detalles como la vestimenta, posible previa ingesta
de alcohol, y grado de resistencia.
Una sociedad, como la nuestra, que
quiere quitarse con hechos, esa vitola machista, no debe dejarse llevar por los
fuegos artificiales, que ahora más que nunca, se puedan lanzar para de una u
otra manera cegarnos, y hacernos olvidar que el culpable siempre es el
violador.
No hay ninguna excusa para una violación, y menos recriminar de primeras a
una posible víctima, muy joven además, y que se le cargue como culpa el intentar seguir
viviendo. Violar no es solo una acción sexual, es un ejercicio de abuso de poder, de aniquilar el derecho del otro.
*FOTO: DE LA RED