Hace
un mes y medio aproximadamente, me disponía a dar un paseo por
Donosti a eso de las nueve de la noche tras haber cenado, por aquello
de bajar calorías. Como me gusta anticipar momentos, lo que luego se
demostró ser un grave error, llevaba en la mano una especie de
tarjetero de plástico gris, que en su momento regalaba una caja
de ahorros, cuando todavía se regalaban cosas, con la tarjeta
del autobús que iba a utilizar, el DNI, y veinte euros. Todo lo
necesario, y más, para lo que se dice dar una vuelta.
Llevaba
también la basura, por lo que al salir a la calle me dirigí al
contenedor correspondiente. Al dejar la basura, y no había tenido
que andar más de unos diez metros del portal, me dí cuenta de que
no encontraba el citado tarjetero, por lo que volví al portal y
luego al ascensor, y nada de nada.
Así
quedaron las cosas, en la creencia de que lo perdido estaba en el
basurero municipal, y este vecino con la sensación de ser un
amnésico perdido, y de haber olvidado algo importante por el camino.
Tuve que volver a pedir tanto la tarjeta para el transporte como un
nuevo DNI, que no solicité al momento sino que, por el famoso por si
acaso, tardé unas dos semanas en pedirlo. Tiempo que estimé
suficiente si tanto las tarjetas como los euros querían volver al
redil.
Resumiendo,
que tres días después de conseguir el último documento, el DNI, y
como ya comentado, mes y medio después del suceso, un
vecino con una gran sonrisa, con el que coincidí en el portal sobre
las once de la noche, me dice que tenía una “cartera” mía en su
bar, con dos tarjetas y veinte euros.
Mi
primera reacción fue decir: -Ahora que ya he sacado todos los
documentos otra vez, y que ya ha pasado además más de mes y medio.
La
frase anterior no la dije en un mal tono, sino como consecuencia de
la sorpresa, e hizo que desapareciera, sin embargo, la sonrisa del
vecino.
Su
bar está al lado mismo de nuestro portal, y alegando que acababa de
cerrar el negocio me daría el tarjetero al día siguiente, lo que
estaba en su perfecto derecho a hacer.
Al
principio, interrogado sobre quién había encontrado el ya famoso
tarjetero, me dijo esa misma noche que alguien de su familia. Al día
siguiente, y me imagino que como consecuencia de mi reacción, y él
dándose cuenta de que ya había pasado más de mes y medio, me dijo
que se lo había dejado un cliente que venía muy de vez en cuando.
Teniendo
en cuenta que ese vecino me conoce desde hace más de veinte años, y
que tenemos portero en el edificio, e incluso buzones, sigo sin
comprender la tardanza en devolver algo extraviado, cuando además
quedó claro que “se lo habían dado” aquella misma noche.
Quiero
creer que el mismo vecino solo reparó, en el momento que yo se lo
dije, en la cantidad de tiempo que había pasado entre el extravío y
su aviso, pero quedó patente también, la sensación de desidia, especialmente
cuando me devolvió los objetos encontrados, y de que
si llega a saber mi reacción, no me devuelve nada.
Visto
lo visto, y pensando en la famosa frase de aquellos lodos
trajeron estos barros, a lo mejor hasta nos merecemos el
gobierno que tenemos, y todo lo que nos está pasando, por ser como somos.
*FOTO: DE LA RED