Hoy
vamos a cerrar esta ventana abierta hace ya tres semanas, con lo que
nunca se dice, ni se contempla, en los “sesudos” estudios sobre
el veraneante medio.
La
mayoría de los turistas extranjeros que vienen a España, no es, ni
por la belleza de sus pueblos, que la tienen, ni por la cordialidad
de sus gentes, que también. La gente elige España, especialmente en
la actualidad, porque otros países que podían ofrecer “artículos”
parecidos, como son Túnez y Marruecos, son menos seguros y
problemáticos, y los precios son más baratos que en los países de
origen del visitante en cuestión. Lo mismo ocurría en su momento, y
ahora otra vez, con el rodaje de películas extranjeras, como la que
va a rodar sobre Moisés, en breves semanas, Ridley Scott en tierras
de Almería. Los precios son más baratos, y la calidad de los
técnicos muy buena, y lo demás son zarandajas y excusas para no
decir la verdad.
La
colonia británica que se pasea por nuestras costas, cerveza va y
cerveza viene, es totalmente alérgica a cualquier tipo de ejercicio,
a excepción del de levantamiento
de vidrio sobre barra fija proveniente
del día anterior,
antes
de la tempranísima y aterradora hora de las once de la mañana.
Está
comprobado además, por aquello del todavía quijotismo hispano, que
los peores sitios de un restaurante, junto a las corrientes del aire
acondicionado, y posibles efluvios provenientes de los aseos, los
camareros se los quieren “endiñar”
al turista nativo, por el simple pensamiento de
que si no vienes hoy, vendrás mañana, pues no tienes la “capacidad
crematística” para trasladarte fronteras afuera.
Las
disparatadas ganas que entran al turista medio, especialmente a la
hora de la cena, de hacerlo fuera del recinto donde reside esos días,
bien sea en apartamento alquilado o en hotel, aunque todavía haga
mucho calor y la humedad reinante bata records un día sí, y el otro
también. Es frecuente, al menos en Torrevieja, y pueblos aledaños,
el guardar cola en las terrazas, incluso de más de un cuarto de
hora, para cenar, y no estamos hablando de restaurantes de rancio
abolengo, sino en cualquier chiringuito del tres al cuarto.
Y
ya para terminar, recordar también la fiebre de comprar, comprar
todo e irracionalmente, que nos entra estos días, y que incluso se
traslada a la misma playa, en la que aparece el equivalente del top
manta hispano,
o retazos del mercadillo de toda la vida, vendiendo batas, biquinis,
camisas, pantalones cortos..., todos de marcas extrañas, si las
tienen.
*FOTO: DE LA RED