Aunque todavía este vecino
del mundo se agarra a la cincuentena con uñas y dientes, hoy es uno de esos
días en el que las huellas de su pasado en este mundo se van borrando un poco
más.
Hoy ha fallecido, me acabo
de enterar, una belleza icono, cuando el “icono” no existía, Laura Antonelli.
Era una época convulsa en España, cuando la ola del cambio sumergía al
dictador, y se acercaba a la orilla de la democracia antes de romper con gritos
de libertad.
En el cine ya estaba
Emmanuelle/Sylvia Crystel, pero como imagen francesa que era, muy sofisticada,
y como un pijo diría, dirigida a una upper class, o una sociedad un poco
más pudiente.
Laura Antonelli hubiera sido
una Ana Magnani si la Magnani hubiera dejado sus lloros y desgracias para enseñar
más epidermis y menos alma, ayudando, además, al calentamiento global antes de que existiera ese concepto...
A Laura, a mi querdia Laura, nunca le hicieron falta sillones de mimbre, ni grandes viajes a lugares paradisíacos, al estilo Emmanuelle, para que nos enamoráramos de ella. Fue el amor de obrero, de pobre. El amor por la atracción y no por las apariencias.
Por la edad, este vecino del
mundo se sintió más como Alessandro Momo en “Malizia”, respecto a la hora de
mirar y admirar a la Antonelli, con la diferencia de que Alessandro, por su
corta vida, se quedó con su inocencia intacta, y este vecino del mundo sin
embargo ha tenido que ver como muchas piedras angulares de su juventud han ido
desapareciendo.
Laura Antonelli fue
envejeciendo, pero por diversas causas, cirugías plásticas que se complicaron y
rumor de problemas mentales, la alejaron
del público en general, y quizás, por suerte para este vecino siempre
la recordará como la criada que todos imaginaron.
Aquellas películas, más de
sugerentes que explicitas, tienen a favor que el espectador “rodaba” las escenas
cruciales en su imaginación, y siempre eran las mejores, porque eran únicas,
solo para él.
Practicó un cine en el que
los únicos efectos especiales eran los suyos y los que madre naturaleza le
regaló.
Hoy más de uno volverá a ver
sus películas, en especial la mitificada Malizia, así como el
último film de Luchino Visconti “El inocente”, y otras como ”Dios mío, cómo he
caído tan bajo”, y “Me gusta mi cuñada”. Este vecino del mundo, y aunque esté
mal el reconocerlo, no las va a "revisitar", porque sabe que eso desvanecería,
con retoques de cruda realidad, aquellos recuerdos que le ayudaron a madurar con
ensueños que nunca llegaron a cumplirse, pero que le ayudaron a ser feliz solo
imaginándolos.
Descanse en paz Laura
Antona, porque Laura Antonelli está más joven y guapa que nunca.
*FOTO: DE LA RED