Me acabo de dar cuenta ahora
mismo. Hoy es 2 de Febrero, el famoso día de la marmota. Y me visitan, así sin
haber llamado antes, varios sentimientos contradictorios.
Ya han pasado un mes y un día,
a modo de condena, de este año, y como hubiera dicho la madre que me parió, “sin
haber vendido una escoba”.
A medida que te haces mayor, el
tiempo en lugar de detenerse va cuesta abajo, y nunca mejor dicho, sin frenos.
Todavía parece que huele a fritanga
de cualquiera de los ágapes navideños, pero ya estamos en febrero y seguro que
si doblamos cualquier esquina, ya vemos en lontananza el color rojo de los
corazones de San Valentín en cualquiera de sus formas y precios, siempre con un precio.
Sin embargo, volvamos a la
idea del comienzo, el día de la marmota. Nos levantamos cada día y tenemos los
mismos problemas, o nos crean los mismos problemas, o hablamos siempre de lo
mismo. De una parte de los catalanes que siempre quieren hablar de “lo único”. De las izquierdas, de las derechas, del
centro, que nunca existió, pero que en época electoral todos los partidos están
en ese lugar. De los equipos de fútbol. Que para que te hagan caso tiene que ser uno de los grandes, o que te están machacando todos los días en los medios de comunicación de que son grandes.
Ya nadie habla de los sueños
pequeños, de los anhelos de cada uno, del perejil de cada día y de cada salsa. Parece que todos tenemos que llevar un Ferran Adriá
dentro, y nuestras ideas tienen que ser platos magistrales que dejen a los demás
a la altura del betún. Porque es requisito indispensable dejar a los demás pequeños, siempre en diferente nivel.
Serán los años, los cumplidos
y los que sé que no cumpliré, pero como el protagonista de aquella película, veo más
factible, y además con ensueño dentro, aprender a tocar el piano, partiendo de cero, para una probable
conquista a la que sé que veo todos los días y en las mismas circunstancias,
que intentar cambiar al mundo, que en realidad es algo inabarcable y que nace y
muere cada día, y del que, en realidad, además, solo oyes el eco, y no el origen
de la opinión.
*FOTO: DE LA RED