Para no andarnos con rodeos, “Ocho apellidos vascos” va
a ser, sin ninguna duda, la película española más vista de la temporada, y la de más recaudación en su primer fin de
semana de la historia.
Se nos cuenta la odisea en Euzkadi, de un sevillano que
lucha por conquistar a una joven a la que acaba de conocer por unas pocas horas
en Sevilla
No es una gran película, y su guion no es redondo, pero todo eso, en realidad, a quién le importa. Sus guionistas, Borja Cobeaga y Diego San José siguen la
estela de aquel programa en el que intervinieron muy activamente, “Vaya
semanita”, y se ríen con nosotros (los vascos), de nosotros (los vascos).
Al comienzo de la película, los primeros acontecimientos,
al menos en el caso de este vecino, le hacen acordarse de aquella vieja canción
infantil, “Vamos a contar mentiras”, y entre mentira y mentira se sugieren,
pues no se cuentan, grandes verdades.
Los bellos paisajes de Argoitia, el pueblo ficticio en el
que se desarrolla la trama, en realidad equivaldrían a un parque temático del pueblo
perfecto vasco, y servirían además de tarjeta de presentación de Euzkadi
en cualquier feria turística. Argoitia, en el argot informático sería un
copiar y pegar de varios paisajes de Zumaia, Getaria y Leitza.
Dani Rovira, en su debut cinematográfico, nos encandila
con su inocencia y su amor arrebatador por una joven vasca, lo que le hace dejar su hábitat
sevillano para intentar su particular conquista en “las Vascongadas”.
Clara Lago, por momentos muy parca en expresiones, interpreta a una joven vasca abertzale de
manual, que quiere ocultar a toda costa sus sentimientos.
Y aunque los próximos “Goyas” todavía están muy lejanos,
tanto Karra Elejalde como Carmen Machi, inconmensurables en sus respectivas
interpretaciones, ya se presentan como serios candidatos al actor/actriz
secundario. A destacar, por cierto, ese amor que se le escapa a borbotones, al
personaje de Karra Elejalde, por su hija, tras esa caricatura de hombre duro y
lejano. También es de destacar la breve intervención, pero muy diferente a todo
lo que nos tiene acostumbrado, de Aitor Mazo, en el papel de cura vasco, de esos
de los de toda la vida.
Emilio Martínez-Lázaro dirige con mano segura una
película que no quiere que nos la tomemos en serio, por eso tanto los dos
territorios, el Norte y el Sur, son tratados a modo de caricatura, pero con
mucho cariño. A destacar la apoteosis final
a modo de “Cine de barrio”.
Con esta película se cumplirá también, lo que pasa con
los grandes acontecimientos de la Historia, que siempre recordarás lo que
estabas haciendo cuando ocurrió, y en este caso es reír y reír, sin ningún tipo
de complejos.*FOTO: DE LA RED