Este vecino del mundo hubiera deseado pasar de soslayo así como no viendo, como sin ser visto, por
la noticia de ayer y hoy, pero algunos de mis lectores, y por correo interno,
me han preguntado que qué opino de esa ya famosa foto de un Fran Rivera Ordóñez
toreando una vaquilla con su hija de cinco meses en brazos.
Y aquí me encuentro ahora a puerta gayola frente a un tema que cuando menos resulta incómodo. Diría, intentando escurrir el bulto, que la foto está muy
bien sacada, y se ve todo clarísimamente, siendo explicita en sí misma. Pero me imagino que en realidad no es eso
lo que quieren saber.
En la práctica, y en un tono distendido no queriendo ofender a nadie, es todo muy
cansino, porque desde ya digo que no creo que se llegue a nada, y como mucho, en el argot taurino se describiría como sólo una faena de aliño. Yo desde luego
no lo hubiera hecho, pero quizás, lo acaecido es lo que ocurre cuando se ve todo desde el
lado de la mística, y no bromeo.
Ya sé que ni estamos
hablando de Santa Teresa de Jesús ni de San Juan de la Cruz, ni si quiera de
la Madre Teresa de Calcuta, pero en cierta manera, como ellos, Don Francisco Rivera ha trascendido de un oficio, el suyo, a la búsqueda de algo místico. Un torero, "un maestro", tiene mucho,
en su oficio, de ritos y costumbres, de trascender, y lo que hizo el hijo de
Francisco Rivera Pérez, "Paquirri", es una especie de bautismo para un hijo/hija de torero, y proveniente, además, no solo de una saga, sino como mínimo de dos, Los Rivera y
Los Ordóñez.
Quizás, lo curioso del caso, es que muchos de los que se han podido quejar, pueden provenir de una zona de
España, y espero que se me entienda, dicho con todo cariño, en la que son capaces de
robar “a una Virgen” en plena madrugada para ser los primeros en pasearla, y en esa misma ceremonia, abarrotada de gente, ofrecer a sus hijos por encima de esa misma muchedumbre para poder besar la efigie.
Habrá otros que también,
seguro, se habrán quejado por parecerles algo horrible, con su punto de
machismo. Sin embargo, desde hace muchos años, esas mismas personas que ahora están opinando, hacen que sus hijos admiren, ¿y disfruten?, de otra ceremonia, como
puede ser la de los encierros, de San Fermín, y de cualquiera de las múltiples ciudades y
pueblos de España. Y que puede tener su punto de rito, con la muerte al fondo,
y de machismo soterrado o no, de unos mozos que pueden llegar a ser una suerte
de novios, o quizás tan solo, amantes de una muerte que se pasea a primeras
horas de un día que quiere ser de
fiesta, y tiene mucho de tradición, llevada también a las Américas por un escritor
que era sobre todo aventurero; y de allí, de vuelta, encarnada por una multitud de
turistas ávidos de emociones fuertes.
Todos nos creemos ahora, con
la excusa de esa foto, poder ser árbitros de la manera de vivir de alguien, un famoso en este caso, y
cuando cerremos la puerta de nuestra propia casa, viviremos nuestra vida de acuerdo
a nuestras normas y tradiciones.
Ese defensor del pueblo
andaluz, se pegará o no unos cuantos brindis al sol y al final, aquí paz y
después gloria, porque está en nuestra idiosincrasia esa suerte de rebeldía y
originalidad, por la cual nuestra vida es nuestra, y nadie tiene un por qué para
regirla de otra manera, porque eso además tendría un nombre, más cercano a la
dictadura que a la libertad de poder equivocarse.
Siempre se ha dicho eso de
que una foto vale más que mil palabras, en este caso esta foto habrá originado
más de mil coloquios, como mínimo un disgusto, y muchas adhesiones entre sus
propios compañeros de profesión. Y, lo dicho, mañana será otro día en el que también
desearemos juzgar otra vida, mientras la nuestra discurre por las sombras que da
el anonimato.
*FOTO: DE LA RED