Sí, sé que llego tarde
para decir eso de ¡Por fin, estamos en Agosto! Más que nada
porque ya han pasado veinticuatro horas, y hoy en día algunas noticias
nada más nacer ya huelen a rancio, y ésta además, ligada inevitablemente al tiempo,
está claro que caducaba ayer.
Lo que ocurre es que os voy
a confesar mi noción de cómo se traduce cualquier año, esquemáticamente
primero, y más ¿profundamente? después, y veréis la importancia de instalarnos
en Agosto.
Un año se puede resumir en
una rampa ascendente hasta Agosto, y en una descendente más pronunciada hasta
el final del año, y como si fuera el concepto del antiguo Finisterre, después…
el abismo más abismal.
Lo de la cuesta de Enero, a
mi entender (porque este blogger no hace como otros que parece que lo suyo, su blog, es
más una secta, y si no estás de acuerdo con él/ella serás, más que un
raro, un marginal), siempre se ha quedado corto, quizás primando el nivel de
cómo se encuentra nuestros bolsillos, pero el estado de ánimo es otra cosa.
Agosto (para otros claro
está, o Julio, o Septiembre), siempre es el Unicornio Azul, el Edén, el Dorado,
aunque al final muchas veces sea, como casi todo, una estafa. Es lo que nos
guía, nuestro horizonte, con la salvedad de que éste si está realmente más
cerca.
Lo de la estafa muchas veces
viene porque nunca vas a recibir en ese mes lo que imaginabas, o deseabas. Y,
especialmente si te quedas dentro de nuestras fronteras, siempre serás, como
mínimo, el segundo, o tercero a la vista de cualquier negocio, especialmente
costero. Porque parece, siempre ha sido así, y ahora más claramente, que el
euro, por ejemplo, teutón, vale más que el nuestro, cuando debería de ser al
revés, porque nosotros tenemos menos, y debiera de ser, otra manera de verlo,
más valioso, de cara a las empresas, conseguir nuestro tesoro.
La mayoría del turista
extranjero (y ésto no tiene nada que ver con los tristes sucesos de radicales
que están ocurriendo en algunas ciudades de España, y que por supuestísimo
condeno), no viene aquí para conocer al “aborigen” y su entorno, por decirlo de
una manera clara, sino porque muchos países que siempre han sido más baratos, y
con un cierto misterio, ya no pueden ser visitados; y podemos ser, a su vista, los más dóciles, por calidad y precio.
Mucho británico, alemán, y
ahora, ruso, por supuesto que este vecino del mundo probablemente estará
equivocado, viene “a terreno conquistado”, y hace lo que en su país nunca
haría; y lo que es más triste, la mayoría de las veces no se le llama la
atención, por miedo a que no vuelva.
Y, quizás, con el recuerdo
que desde muchos anuncios se nos hace, y este año, para más inri, para que lo
compren los guiris también (algo se me debe de dar la razón de lo dicho en el párrafo
anterior), de que ya se puede “conseguir”, los décimos de la Lotería de Navidad, llegamos a
la pendiente que nos llevará hasta las Navidades.
Primero con la “vuelta al
cole”, y los anuncios, televisivamente hablando, del regreso, en los quioscos,
de todo tipo de colecciones por fascículos (¿Para cuándo "una colección con los héroes y frikis de la Cadena Alegra? Arrasaría).
Más tarde, todo tipo de ropa invernal,
siguiendo la visión televisiva, del Corte Británico, nos llevará a nuevos
juguetes para los pequeños consumidores, quizás en su primer año de vida, y a todo
tipo de espumosos para los más mayores y propietarios de la tarjeta bancaria; y en su recta final, ya casi a punto de llegar al orgasmo de una presunta felicidad, llegaremos a la arenga sentimental, de los que
vuelven por Navidad, muchas veces … a coger lo que pueden, porque las están
pasando de todos los colores.
Ya estamos en Agosto, y yo
sin Biodramina, para el gran descenso que nos llevará al Finisterre, ahora
rebautizado como Navidades.
¡Qué pereza! ...Y mucho miedo, nunca te acostumbras por muchos años que pasen.
*FOTO: DE LA RED.