Leo el extracto de una noticia en un periódico digital:
“Muere
un joven atropellado por una conductora ebria en Barcelona” y ese puede ser el
primer mazazo del día.
Si bien es triste el irse de este mundo con el sinsentido
trascendental de la muerte, peor es “marcharse por un error histórico”, algo
así como mezclarse o interferir dos historias, dos expedientes, que no tienen
nada que ver, llevándose por delante el uno al otro. Como quien derrama su taza
de café con leche sobre su teclado, al estar contemplando extasiado lo bien que
le queda, en su muñeca, ese Rolex que le acaban de regalar y que se ha
convertido en el comienzo del fin de una historia que pudo ser.
Y es que todas las mañanas pueden transcurrir bien hasta
que se tuercen, y este sábado visto por el bagaje de alguien que por sus años y sus creencias no ha olvidado el concepto de “Sábado Santo” o
“Sábado de Gloria”, ni antes de tararear, deja de lanzar una furtiva mirada de valoración
en días que fueron muy castigados con prohibiciones durante el
franquismo, nunca puede acabar en el cielo, sin pasar al menos por el
Purgatorio.
Y un sábado muy nuboso, sin un guion nada claro que lo
haga atractivo de vivir, tiene un mucho de purgatorio y una pizca de
interrogación, como las buenas recetas de conventos. Y es que “purgar” las
penas tiene mucho de elaboración manual, de quemarse en los infiernos hasta que
el tueste sea el deseado, y que el sufridor nunca sabe cuándo será.
Este vecino no ha querido indagar más porque
seguro que iba a empeorar, pero por esas casualidades de enlazar links con
noticias, ha encontrado otra que ampliaba la anterior, y que me ha reforzado en
la creencia de que “sólo” podía empeorar: “El fallecido tenía veintidós años”.
Sobran las palabras e incluso añadir que tenía “todo un mundo por vivir”.
Al final, y habla lo que queda del creyente que siempre
he sido, la Semana Santa también la hacemos todos, y hay mucho Gólgota con
diferentes nombres y decorados, pero el mismo sufrimiento.
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED