Lo de los documentales de Las
Campos (María Teresa y Terelu) en realidad es una vuelta al pasado. Es una mezcla entre la pornografía de las películas en el landismo, ninguna, y un documental sobre las señoras que
postulaban para la Cruz Roja, pero sin
cruz roja y muy demodé, eso sí con maquillaje, y mucho, en las arrugas y
en las debilidades del programa.
En realidad, es más un
documental sobre animales a lo Rodríguez
de la Fuente, pero sin la calidad, entre otras, de la fotografía y su banda
sonora, en el que se describe los usos y costumbres de una subespecie humana,
que juega con red. Porque la otra subespecie que les amenaza, y les podría
atacar, y convertir el documental en un docudrama, está compuesta por nosotros mismos, pero con el inconveniente de que hace tiempo que fuimos narcotizados y
amaestrados por una serie de normas y deseos que desde hace mucho tiempo se nos
han ido administrando convenientemente, y que no hemos sabido advertir…
Lo de este nuevo/viejo programa
del Canal Alegre es en realidad un primerísimo primer plano al ombligo de unas
de las trabajadoras, porque aunque las pinten como reinas, y manejen, se
supone, mucho dinero, eso son en realidad, esclavas, de esa fábrica de tele-realidad
en el que nosotros los espectadores les lameremos sus suciedades, y ellas, y el
ente, sobre todo el ente, cobrarán por ello. Y a nosotros, cegados por el
cutre-glamour, nos harán olvidar el por qué tenemos la lengua fuera, haciéndonos
creer que es por envidia.
Los derivados de Sálvame en
cualquier momento van a acaparar toda la cadena, y el punto culminante será
cuando sus informativos sean relatados y comentados por sus máximas estrellas.
Este vecino del mundo ya se
imagina las noticias económicas comentadas por Doña Belén Esteban, y a la que
siempre le quedará el recurso de echarle la culpa de todo a Toño Sanchís, como
antes lo hizo con el torero de Ubrique, y el día que le intenten cerrar el
chiringuito lo hará con la mano que le dio de comer…
Cuando se detecta un tumor,
del calibre que sea, y no se toman medidas quirúrgicas, al final se adueña de todo.
Esperemos que nunca, nunca, al Señor Paolo Vasile se le pase por la cabeza, que
no se le pasará por todo el dinero que deben de ganar, el acabar con el
monstruo que ha creado, porque a lo mejor entonces comprueba que ya es tarde, y
el monstruo tiene vida propia, y ya no le necesita…
¿Alguna pena en todo esto?
Sinceramente, algún daño
colateral, como el de Don Edmundo Arrocet, que siempre ha tenido todas mis simpatías. Pero, bien pensado, si ha sabido sobrevivir,
y muy bien, hasta ahora, sin duda lo seguirá haciendo. Quizás, su coincidencia
de nombre con El Conde de Montecristo, sea, al final, más que eso.
Lo que queda claro es que
este fenómeno es nacido, y yo diría que muerto, en España. No puede tener su
traslado más allá de nuestras fronteras. Esos campos son netamente de España, y
aunque no lo parezca, puede tener también mucho que ver con lo que ocurre en
nuestra política, por aquello de dejarse llevar; y por una vez, los zombis no
están en cualquier serie de televisión, sino mirando la mismísima caja, más tonta que
nunca, y ya han atravesado la pantalla. ¡Así nos va!
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED