Hoy día 24 de Diciembre, Nochebuena, es de una
obligatoriedad solemne, aunque en este caso concurre además, una necesidad casi
de epidermis, el desear a todos unas Felices Fiestas de Navidad.
No sé vosotros, pero a mí cada vez que alguien me lo desea,
y más en la zona de Bilbao que es donde me muevo estos días, tengo la sensación
de que seguirá con “... y para demostrarlo aquí tienes un cheque de mil euros
para gastos, y si te hace falta más, pues ya me lo dirás”. Y es que decir,
simplemente hablar, no cuesta dinero.
Por otra parte, estoy muy preocupado porque por primera
vez vamos a cenar sin ningún cuñado, y , bien pensado, tiene mucho riesgo,
porque al final no existirá ese chivo expiatorio al que cargarle con todos los
males.
Llevo un buen rato buscando en las páginas amarillas “alquiler
de cuñaos”, y he descubierto, como se dice ahora, que puede ser un gran nicho
de mercado en momentos como el presente… Una startup de esas que ofrezcan cuñaos
en buen estado para todo tipo de circunstancias.
Por cierto, y esta noche en horario de máxima audiencia,
va a hablar un año más, como dicta la tradición, el primero de los españoles (para
que luego vayan diciendo algunos, que todos somos iguales; porque si hay un
primero, tiene que haber un “último”, y me da que nosotros seguro que estamos
por esa zona) para desearnos unas felices fiestas y seguro, no hace falta ser vidente para ver lo evidente, y tal como está el asunto catalán hablar sobre el
mismo. Tampoco sería muy extraño que el
Rey diera su discurso como quien no quiere la cosa con una barretina en su
cabeza, a modo de guiño o polvos “Talco” para intentar suavizar el escozor
independentista. Que por cierto, el Señor Puigdemont ha intentado convertir el
discurso del monarca en una especie de discos dedicados, apuntando desde su
cortijo, llamado Bruselas, lo que debería decir esta noche, y los perdones que
debe de pedir.
Como aquí nadie da puntada sin hilo, tampoco sería de
extrañar, que si el monarca le hiciera caso, luego Puigdemont de Bruselas,
intentara pasarle la minuta como colaborador del discurso, y a partir de ese
momento ya tendría algo más que exigirle, pagarle lo que le debe.
Esta Nochebuena, junto con la Nochevieja, sirve también
para recordar todo lo bueno y lo malo que nos ha ido pasando durante el año, planteándonos,
como no puede ser de otra manera, nuevos propósitos para el año que en una
semana nos visitará para quedarse.
En realidad serán, más o menos, los mismos
deseos que los planteados el año pasado, y que por culpa de los demás, siempre
los demás, no los hemos podido cumplir. Pero seguro que del año que viene no pasa.
Debe de desaparecer obligatoriamente, por ejemplo, esa
"tripita", dicho ésto con mucho cariño porque es la tuya; porque si
fuera la de otro, y trabajaras en aduanas le exigirías el número que todo
container debe de llevar marcado. Y con respecto al gimnasio, este año aparte
de ir a su bar, debes armarte de valor y completar, al menos, la primera tabla,
mientras el notario se encarga de tomar acta del día y la hora.
Este vecino del mundo nunca se ha creído "enseñante"
de doctrinas, sino solo comentarista de aquello que le gusta o disgusta, y que
cree que el breve comentarlo puede ayudar a que todo tipo de asuntos sean considerados desde otro punto de vista. Y si al final en la cara del lector se
ha dibujado una sonrisa, mejor que mejor. Siempre me ha atraído más la idea de
la sonrisa a la de la carcajada plena, por aquello de sólo la insinuación...
Dentro de muy pocas horas, las calles de los pueblos en
Euskadi estarán llenas de Olentzeros en busca de su público menudo. Solo es
uno, pero estará en todas partes por aquello de sus franquicias, ya que de
todos es sabido que también tiene mucho que ver la economía en todo ésto.
De todas maneras, los niños, desde su inocencia, siempre
son los que hacen la mejor lectura de todo. Ayer en uno de esos reportajes televisivos
que se hicieron desde Bilbao, un niño decía que lo que había pedido si para el
Olentzero era mucho, ya que no deja de ser un simple carbonero, que ya se pondría en contacto con los Reyes Magos para que
éstos, se supone que más pudientes, se lo llevaran.
Desde esta atalaya desde la que este vecino del mundo observa
y toma nota, quiero desearos paz y amor, nada material, porque por ahora al menos, con eso no hay que
confesarse con Montoro y su máquina de recortar. Lo inmaterial, los
sentimientos, al final es el mejor de los tesoros. La calidez de un abrazo
sentido, unas pocas palabras cómplices es, al final, lo que importa; lo que da
abrigo y hogar en un mundo frío e impersonal.
*NOTA: COMPOSICIÓN EFECTUADA SOBRE EL ÓLEO "MARINA DE UN AZUL DONOSTIARRA", DE PATXIPE.