martes, 23 de diciembre de 2014

EL CUENTO DEL BIEN INFORMADO

Tenía el extraño hábito de estar bien informado. Lo leía absolutamente todo. Antes de cruzar un puente, por ejemplo, era capaz de leer todo tipo de letreros y señales al respecto, reflexionando después, y deglutiendo cada orden o sugerencia.
De joven incluso, le había pasado durante algún escarceo amoroso, abrir una caja de preservativos y leerse el prospecto de cabo a rabo (en este caso no va con segundas), con tanta intensidad que al ir a colocárselo según todo tipo de recomendaciones, la joven en cuestión se lo había pensado mejor, o simplemente se lo había pensado, y ya no estaba.
Él no le daba importancia a esas cosas, porque estaba convencido de que la persona que le quisiera, lo iba a hacer por lo que era, y simplemente a él le gustaba algo tan simple, aunque para muchos complejo, como es estar bien informado.
Se informaba de todo, de la luz, de la sombra, de la oscuridad, de la vida, de la muerte, del ruido, del silencio.
Leía tanto que se olvidó, como decía aquella vieja canción, de vivir; mucha teoría y nada de práctica, porque la práctica no se enseña en los libros.
Una noche, una voz en sueños, o al menos eso pensó él al despertarse, le dijo que si seguía así iba a ser uno de los más listos del cementerio. ¿Y qué hizo? Aquello había sido una especie de advertencia que en realidad debería de ser considerada como un punto y aparte en su vida.
Tras devorar varios libros sobre el futuro y el destino, un buen día tomó una determinación. Consiguió, a eso le ayudó mucho internet, las listas de todos los que estaban enterrados en el cementerio al que, más que ir, le llevarían cuando llegara lo inevitable. Se informó de cada una de las vidas de los que ya la habían perdido, y tras años de esquemas y comparativas, llegó a la conclusión de que no había nadie tan informado como él.
Ya podía contestar a aquella supuesta voz que una noche, ya lejana, creyó oír mientras dormía. No sería uno de los más listos del cementerio, sino el más listo. Sería el primero en algo. Otra cosa era vivir su propia vida y tomar las decisiones correctas. Pero, para aquello, vivir la vida, ni había un libro de instrucciones, ni tenía la confianza necesaria  con nadie para dejarse aconsejar. Y, por cierto ¿quién hubiera podido hacerlo, aconsejarle, si él siempre había sido el más informado?
Un buen día, muchos años después, cayó en la cuenta de que junto con la lectura había practicado sin darse cuenta, el juego de la soledad, y quizás ya fuera tarde para rectificar, y vivir su propia vida y no la de los demás. Pero también había leído mucho sobre “segundas oportunidades” y la famosa frase española de que  “a la oportunidad la pintan calva”. Y allí estaba él, pensando ante el espejo, bien calvo. 
Él era su propia oportunidad y su libro por escribir.
Tras la ventana de la sala, oyó las voces de unos niños cantando un villancico. Ni se había dado cuenta de que era Navidad. Y por un momento se acordó de aquel libro de Dickens en el que el protagonista  había visto su propio entierro, y no le gustó la perspectiva, aunque ya sabía seguro, que hubiera sido el más listo del cementerio.
Y abrió la puerta de su casa, y como si hubiera alguien enfrente suyo solo dijo ”hola”; hablaba con la vida a la que había ignorado hasta entonces.
Tras él, y siempre mirando al frente, cerró la puerta, como si terminara una gran etapa en su vida, con determinación, con fuerza, como no queriendo arrepentirse; mientras, dentro, se desprendieron de las estanterías unos cuantos libros que ya nunca más ordenaría.

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lunes, 22 de diciembre de 2014

JOE COCKER, LA VOZ DE LO INCORRECTO

Me acabo de enterar. Joe Cocker ha muerto, y una parte de nuestras vidas con él. Esa vida que no es políticamente correcta, de tugurios a medio cerrar, de luces dudosas que intentan sobrevivir entre un puré de humo, y de bebidas de “algo” con alcohol.
Hay artistas que cantan con la garganta, y otros que lo hacen con sus entrañas.
Joe Cocker, el cantante de Sheffield,  es, porque durante mucho tiempo me costará hablar de él en pasado, uno de los pocos que cantan con el hígado. Nunca ha necesitado canciones compuestas por o para él, porque ha sabido coger canciones de otros y hacerlas suyas.
Directamente me viene a la memoria de mi corazón ese  With A Little Help From My Friends, de “The Beatles” y transmutar las finas voces de los de Liverpool en esa voz rasgada de negro emblanquecido, esperando que en cualquier momento se rompa para siempre, pero sobreviviendo a los agudos.
Una voz llena de contradicciones, voz de negro en envoltorio blanco, voz de tinte trágico con imágenes, en la memoria, de lencería fina, y trajes impolutos de soldados enamorados.
El considerado séptimo arte le debe grandes momentos también, como los temas principales de “Oficial y caballero”  y “Nueve semanas y media”.
No se ha conformado nunca con coquetear solo con nuestros oídos, y hubo tiempos que también lo hizo con  las drogas y el alcohol. Leyenda viva del Festival de Woodstock, hoy nos ha dejado, pero como en sus conciertos, seguro que simplemente es un descanso para volver a envolvernos con esa voz de más de cuarenta grados.
Sé que como en “Nueve semanas y media” me podría dejar el sombrero puesto, pero es un símbolo de respeto el quitárselo, y en el caso del cantante que acaba de fallecer, merece  ser incinerado para no poder ponérselo nunca; porque ya nada será lo mismo.
Al contrario de en su canción “Unchain my heart”, mi corazón siempre estará encadenado a su recuerdo, a esas manos siempre tocando un piano imaginario.
Ahora los tragos solo serán de marca, y las historias de amor limpias y anodinas.
Joe Cocker ha muerto, descanse en paz, y los cubatas estarán a media asta.


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domingo, 21 de diciembre de 2014

SANTO TOMÁS, RECUERDOS CON TXISTORRA

Hoy ya técnicamente comienzan las Navidades, tanto en Donosti, como en el resto de Euskadi, con la celebración de Santo Tomás.
Ahora que importamos tantas tradiciones de los Estados Unidos, como si no tuviéramos las nuestras, mientras ellos prácticamente se sumergen en el ambiente navideño el Día de Acción de Gracias, que siempre es el último jueves de Noviembre, nosotros nos metemos de pleno en la Navidad el día de Santo Tomás, el 21 de Diciembre. 
En realidad, si quisiéramos darle un cierto paralelismo con la fiesta americana, sería Nuestro Día de Acción y Engracias. “Acción” porque no hay un acto más duro que meterse junto con centenares, miles, de personas entre calles y plazas a la vez, mientras te pones morado de txistorra y sidra. Y lo de “Engracias” por lo que huele a pueblo ese nombre, y lo que tiene de pueblo y herencia cultural esta fiesta.
Mientras los americanos lo primero que hacen, ante el primer atisbo de que se acerca la Navidad, es encerrarse con los suyos y “ponerse moraos” con el primer pavo que pasa; nosotros, primero salimos a la calle con la cuadrilla a celebrarlo, porque la familia siempre está ahí esperando.
Día también de salir con los niños y ver las exposiciones consecuencia de los diferentes concursos que hay: de espantapájaros, de txistorra, de miel, de artesanía, de productos del campo…
Y es que el vasco es muy competitivo. Practica el deporte, la pelota, por ejemplo, pero siempre tiene que haber un aliciente, no el jugar por jugar, un por qué, una competición, un ganador. Y en los eventos sociales es lo mismo. Quizás, todo provenga de ese talante tan vasco de ¿Qué no me atrevo has dicho? ¿Qué no hay…eso? Pues te apuesto lo que quieras.
Para este vecino del mundo, este día tiene también un algo treméndamente entrañable, sobre todo recuerdos del ayer, y un aroma muy especial a amor, recuerdos de sus comienzos, hace ya bastantes años. Y el amor podrá durar, o no, pero los recuerdos, al menos, los hacen eternos.
Hoy, a apenas unas pocas horas de la gran fiesta, las calles están ansiosas de ser ocupadas cumpliendo una tradición, una tradición de muchos años, y no como las tradiciones de ahora que solo con repetir algo una vez, ya es bautizado como tal.
Quizás, en esta época, por mucho que el gobierno de Rajoy se empeñe en decir que la crisis ya termina, gastaremos menos en todo, incluso habrá, cada vez más, gente que lleva el bocadillo de txistorra de casa, pero la alegría y el sentimiento ni cotizan en bolsa, ni pagan impuestos, y de eso tenemos bastante. ¿Qué te apuestas?

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viernes, 19 de diciembre de 2014

FINAL DE GRAN HERMANO 15: PINCELADAS

Hoy es el día después. O dicho de otra manera, ayer fue la final de Gran Hermano 15, y este vecino del mundo es un seguidor, que intenta no convertirse en hincha empedernido para no perder el norte (más que nada porque uno es del Norte precisamente, aunque no chicarrón, y no quiere perderse a sí mismo).
Durante los tres meses que ha durado el concurso este vecino se ha negado a hacer comentarios desde esta atalaya, pero hoy, quizás como los cobardes (a toro pasado), o como los sabios (aunque solo sea por edad que uno ya reúne unas cuantas décadas, prodigiosas o no) quiere dar unas cuantas pinceladas, por supuesto que las más importantes desde su punto de vista. En ningún caso, y que quede diáfano, quiere hacer un resumen de esta edición.
Está claro que ya desde hace años, la misma cadena no intenta vendernos este programa como un experimento sociológico, lo que hizo durante varias temporadas, sino como un concurso. Por eso, desde este punto de vista,  y tomando el citado concurso como una gran partida de pocker, el mejor concursante, aunque no llegó a la final es Fran. El malagueño, el de más edad, 47 años, y quizás el más resabiado, lógicamente, de la vida, se tomó el concurso como lo que es, y ganaba la partida de calle. Al entrar había dejado los principios en un perchero, y fue a jugar directamente; engañando a todos.
Como este año se entraba, la mayoría de concursantes, en pareja, Fran tenía un lastre, que era su pareja de concurso, Luis, un joven novillero (aunque durante todo el concurso se han empeñado en llamarle "torero"), de 23 años, malagueño, y rondeño también, del que Fran es su apoderado. De talante completamente diferente, Luis se ha comportado durante los tres meses como todo un caballero.
El problema de jugar en serio, es que los espectadores somos muy puñeteros y queremos que jueguen pero siendo honestos y las dos cosas no se puede. Por eso el futuro de Fran desde el principio fue negro, y más teniendo en cuenta que los jugadores no están totalmente aislados, porque durante la despedida del expulsado semanal se pueden colar palabras importantes que den pistas a los que quedan en la casa. Y es lo que ocurrió. 
Una vez desvelada la estrategia de Fran, solo fue cuestión de semanas que el malagueño fuera expulsado.
De las tres concursantes que han llegado a la final, por primera vez tres mujeres finalistas, Yoli y Susana, de 21 y 20 años respectivamente, son primas, de Albacete, y entraron juntas. Jugaban con ventaja y en parte eso fue su perdición, porque ya sus familias quisieron decantar los votos hacia la segunda, pensando que tenía más posibilidades. Y como este vecino ha dicho desde el principio, la puñetería del público, que se supone no quiere estrategias preestablecidas o al menos, que no se note mucho, y poder autoengañarse, fue una de las claves para que los espectadores que no tenían concursante favorito en la final dieran su apoyo a Paula; cumplió 20 años durante el concurso, de Barcelona, aunque se le ha conocido como la hawaiana, por haber pasado los tres últimos años de su vida allí.
Paula además de ganadora, ha sido una de las más controvertidas, por tener un carácter tan especial, que durante gran parte del concurso se le ha tachado de crear un personaje a medio camino entre infantil y al borde mismo del histerismo.
Algunas veces si no aciertas a encontrar el camino del éxito, otros, sin quererlo, te ayudan a hacerlo, y ésto fue lo que en realidad ha ocurrido. Los malos, y dicho con cariño, de esta edición, la pareja formada por Omar, que nada más comenzar el concurso se lió con ella, y Lucía que entró bien comenzado el concurso (y que había sido pareja de Omar hasta dos días antes de entrar en el programa), dispuesta a recuperar a su chico, han sido de gran ayuda, sin quererlo ellos, obviamente, para que Paula gane el concurso, al hacernos sentir, quizás sin ser conscientes de ello, que era una variación del cuento de la Cenicienta, y ella siempre gana.
Este vecino del mundo no puede dejar de lado lo ocurrido entre una de las finalistas, Yolanda, y Jonathan, valenciano de 25 años, que también entró con su primo. Teniendo en cuenta que Mercedes Milá, presentadora del programa, y parte muy importante de este concurso, es una feminista a ultranza, lo cual es una opción muy respetable, y siempre está viendo “pelillos” de machismo en muchas actuaciones de concursantes de todas las ediciones, ha sido incapaz de increparle a Yolanda esa caza al macho, encarnado en Jonathan, que ha practicado desde el primer día, y que la Milá contribuyó ayer mismo, durante la final, no dejando tranquilo al valenciano, cuando era obvio que está más que harto de lo lapa que es su compañera, pero que no podía decirlo intentando ser políticamente correcto.
Personalmente este vecino tiene serias dudas de que el programa deba continuar en otras ediciones, otra cosa es que lo haga, porque ya los concursantes no son honestos con sus actuaciones, y juegan diciendo que tienen gente fuera esperándoles, y luego la verdad puede ser muy diferente. Y eso ya no se puede votar, ni premiar ni castigar por un espectador que ya ha quedado fuera de juego.
Resumiendo: de los muchos cuentos que nos han contado en esta edición, y que lo hemos comprado por 300.000 euros, ganó la Cenicienta.¡Viva la Cenicienta!

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jueves, 18 de diciembre de 2014

NO SIEMPRE ES CUESTIÓN DE BOLAS

A este vecino del mundo siempre le han encantado las navidades, aunque considera que para él al menos siempre han sido un poco descafeinadas. Ni ha nevado nunca, en el lugar en el que me he encontrado, hasta quedar casi incomunicados, ni los vecinos salen por la noche con una sonrisa en la boca, abrazados unos con otros y tocando una zambomba, si es Nochebuena, y con gorrito y serpentinas en el pelo si es Nochevieja.
Nunca he tenido unas navidades de manual, y ya desde que me enteré de que los Reyes Magos en realidad no tenían sangre azul, ya me entendéis, la cosa fue a peor.
Pero quizás el punto culminante de desprestigio para las Navidades, y anticipo que ya sé que es una tontería pero a la larga me afectó, tanto como puede afectar la gota malaya, es cuando me contaron el chiste del árbol de navidad y el cura. Me imagino que ya muchos lo sabréis.
¿En qué se parece un árbol de Navidad a un cura? Pues tan sencillo como que los dos tienen las bolas para decorar. Aunque visto lo visto con todo lo que tiene montado la Iglesia últimamente, mejor no menearlo. Me refiero al tema, y no a las bolas, claro.
Y quizás esa cierta desazón con respecto a las navidades venga a que la mayoría de las veces, y como todas las fiestas en general, son simplemente de atrezo, de bolas vacías, sin testosterona en los abrazos. Fiestas en las que lo importante siempre es la forma y no el fondo. Como diría mi madre, vestirse “de tiros largos” y sentimientos cortos.
Y eso, sin hablar del ritual de los propósitos para el nuevo año. 
Tengo un amigo que como siempre le pasa, no cumple ninguno, ya ha optado por ni plantearse unos nuevos para el año que ya está tomando la última curva, y mediante el ordenador, escribió hace ya un tiempo, en una hoja de folio, los propósitos de siempre y la plastificó; más que nada para que no se le humedezcan los propósitos con el cava que sin duda correrá esos días.
Nunca le he comentado nada a Ramón, mi amigo, pero al recordar la hoja plastificada, me imagino a los sentimientos plastificados también. Una especie de preservativo sentimental para que no se mezclen tus sentimientos con los de otros, y la citada comunión de sinergias no se extienda más de lo estrictamente necesario. Porque una cosa es la fiesta, que puede durar unos días, y otra que te plantees cambiar toda la vida por un exceso de fervor navideño.
Y es que tristemente al final de las navidades, y fijaros bien, cuando guardamos en un cajón todo el atrezo navideño, seguramente enganchado en el espumillón plateado, también se quedan guardados esos buenos propósitos que debían primar en ese nuevo año.
Ya para terminar por hoy, este año, y llámenme loco, he optado por un árbol bastante pequeño, un poquito de espumillón, y nada de bolas, mentiras, que me traigan malos recuerdos. En la esquina de cada una de las pocas ramas que tiene el pequeño árbol, una llave, cada una de un color diferente, y escrita en ella un deseo. Tras la última campanada televisiva cogeré tres de las llaves al azar, como si fueran deseos al genio de la lámpara, e intentaré durante todo el año abrirlos a los demás y que se cumplan.

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miércoles, 17 de diciembre de 2014

EL GATILLAZO DE LAS MUSAS

Últimamente parece que se está poniendo de moda en nuestro país el miedo escénico. Primero fue Pastora Soler, en dos ocasiones, y hace unos días Joaquín Sabina, ambos en plenos conciertos.
Seguro que habrá más de uno que pensara que eso es lo que ahora se denomina como “postureo”. Este vecino del mundo sin embargo piensa que es algo muy serio, y que como no encuentres la manera de revertirlo te puede cambiar la vida, porque incluso corres el riesgo de tener que dejar lo que se supone más te gusta.
Este vecino del mundo entiende muy bien lo que les ocurre (y con ello no pretende ponerse, ni a su altura, ni medallas que no le corresponden) porque en cierta manera a un blogger le puede ocurrir lo mismo, solo que a él nadie le va a ver caído encima de su teclado, ni sentado en cuclillas en la esquina de una habitación, al más puro estilo Norman Bates. Lo máximo que ocurrirá es que su post no saldrá y luego, dependiendo de cada uno, será libre de confesarlo, o disfrazarse con esa frase de que “las musas no han aparecido”.
La vida poco a poco nos va llevando por caminos que quizás ni los habíamos preparado ni asimilado, y un buen día te das cuenta de dónde estás y la responsabilidad de tu trabajo, o de tu afición, y ahí pueden entrar esos ahora famosos miedos.
El Señor Sabina, al bajarse del escenario ese día en Madrid, y pedir perdón, se refirió a lo ocurrido como que le había dado un Pastora Soler, y hubo gente que se lo tomó como que había hablado mal de ella. ¡Es curioso! Porque hace bastantes años, el mismo Sabina cuando tuvo otro problema de salud, se refirió a ello como que “le había dado un marichalazo”, y nadie se quejó (de la familia real no trascendió ninguna queja tampoco). Muy al contrario, la gente hizo los chistes pertinentes, e incluso impertinentes. Porque, seamos sinceros, si algo nos caracteriza a los nacidos en esta piel de toro es reírnos de todo, y si es nuestro vecino mejor que mejor.
En realidad ese miedo escénico, y por supuesto que se admiten todo tipo de opiniones, no es otra cosa que un “gatillazo mental”.
Lo mismo que te puede ocurrir en la cama en las lides amatorias (esa noche que ves el lecho tan grande, y tú, ese es el problema, tan pequeño), te ocurre también delante, aunque no sea físicamente, de tu público, quizás por esa comunión que se crea entre artista y público. De repente eres consciente de lo que tienes enfrente, y se empieza a remover esa base, que a lo mejor no sabes ni que te estaba soportando, y te entra el miedo a caerte. Quizás si los mismos pájaros pudieran analizar el poder que tienen con sus alas, su mismo vuelo más de una vez se pudiera complicar.
El problema de todo ésto es que como no le encuentres una pronta solución, puedes sufrir el efecto bola de nieve, y hacerse cada vez más grande.
Por lo leído hoy en las redes sociales, parece que ayer el Señor Sabina salió triunfante de su segundo concierto en Madrid, aunque más de una vez, a partir de ahora, al ir a comenzar otro concierto, mirando al backstage se pregunte dónde se encuentra el siguiente gatillazo.

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martes, 16 de diciembre de 2014

SIMULACIÓN DE CARTA DIFERIDA


                                                               
                                            Donosti, 16 de Diciembre, 2014

Doña Dolores de Cospedal,

Me atrevo a dirigirme a usted porque he leído unas declaraciones suyas diciendo que la corrupción es patrimonio de todos. Y como en ese “todos” se me menciona personalmente, tengo ganas de dirigirle unas palabras.
En primer lugar he de decirle que si eso fuera verdad, que fuera “patrimonio”, cosa que lo dudo, sería de lo poco que nos han dejado con tanto recorte.
Personalmente he estado mirando entre mis papeles, de lo poco que me va quedando, y yo no tengo nada de corrupción a mi nombre, aunque quizás la primera norma para ser un buen corrupto consista en eso, en no tener nada a su nombre.
Es curioso que con relación a los presuntos fallos que se achacan a su partido, como la corrupción, la única defensa que tengan es decir que “todos lo hacen”, o que “lo han heredado de los anteriores”.
Seguro que usted no me comprenderá, quizás por eso se dedica a la política, porque hay una especie de pantalla de incomprensión, que separa al político del votante, pero al enterarme de sus declaraciones me he acordado de esos niños que cuando llevan un suspenso a casa dicen que es porque al profe no le cae bien, y que además a la mayoría de sus compañeros les ha pasado lo mismo.
Sinceramente, cuando era niño, y mediante las imágenes de la única televisión que había en España, estaba convencido que para ser ministro había que ser muy inteligente. Era el ejemplo vivo de lo que siempre me repetían mis padres: “ser un hombre (o una mujer) de provecho”. Y, quizás, tristemente ese famoso mensaje se ha debido de ir deteriorando con el boca a boca, y ahora ha quedado como “hombre (o mujer) aprovechado”. ¡Vamos! Que quizás se ha cambiado el concepto de “inteligente” por “listo”. Y ahora la política, en un gran porcentaje es pasto de los listos de turno. 
El problema es que para que haya listos tiene que haber tontos. Y los tontos está claro que somos los de siempre: aquellos que han pagado las equivocaciones de los bancos, de los políticos, hasta, como dice la canción, de los malos tiempos para la lírica.
Y ahora me viene usted, porque en ese “patrimonio de todos”, también se dirige a mí, diciendo que todos somos corruptos…
Señora Cospedal, debería tener usted más respeto al coeficiente intelectual del pueblo, y no ir provocando. Porque en cierta manera considero que lo que ha hecho usted con esas declaraciones es un “escrache” a mi honor, y al de la mayoría. Y eso con la nueva ley que se han sacado de la manga (esa misma manga que para algunas cosas la tienen tan ancha), pudiera estar penada. Pero, claro, como ahora eso lo sancionarán los políticos de turno, y no la justicia, en eso una vez más me lleva, nos lleva, ventaja, y no tiene nada que temer.
Y ya para terminar, solo añadir que he preferido decirle todo lo anterior simulando una carta, y en diferido. No me cabe ninguna duda de que usted lo habrá entendido, porque siempre ha demostrado que es muy lista.
Sinceramente,

Un vecino del mundo.

lunes, 15 de diciembre de 2014

MI VIDA COMO ZOMBI

¡Estoy contento! Sí, estoy contento. Ayer me enteré a resultas de esas frases lapidarias que últimamente se pueden oír por los medios de comunicación, en la televisión en este caso, que soy mucho más joven.
No es que estuviera viendo la “tele”, sino que más bien estaba enfrente de ella con la mente en ni se sabe qué planeta, cuando oí en un programa, que "los cuarenta de ahora son los antiguos veinticinco". Automáticamente mi mente aterrizó de su viaje interestelar, y esa vocecita que nos habla a todas horas, con la misma personalidad que aquella que te dice “su tabaco, por favor”, hizo cálculos inmediatos y me dijo: “si hay que quitar quince años, ahora tienes cuarenta y tres”.
Todo un mundo por delante. Ahora sí que estoy perdido, porque este vecino del mundo ya había hecho cálculos, y dicho el consiguiente ¡virgencita, que me quede como estoy!, ya había elegido vivir por la sombra y que los toros de la vida torearan los jóvenes. Pero en un pispás me han cambiado el mapa vital, y ahora estoy más perdido que Kiko Rivera en una biblioteca.
De todas maneras, en un mundo, el actual, donde la publicidad tiene mucho peso, vivimos regidos por frases. Desde las tristemente recordadas “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades” y la aparición de los famosos “brotes verdes”, todo son frases que nos dirigen a un lugar que en realidad no es el nuestro. Una especie de éxodo, ahora que se ha puesto otra vez de moda la historia de Moisés, a un lugar al que nos quieren llevar que me da que no es la tierra prometida, sino más bien la vuelta atrás a ser esclavos.
Ya le dijeron a mi madre cuando nací, que había tenido un niño malpensado, y con los años no he cambiado. Cuando te sueltan mensajes que parece que caen del cielo, hay que plantearse el por qué.
Como buen cinéfilo hace tiempo  aprendí que si un personaje, por ejemplo, empieza poco a poco a toser, ya se sabe que cuando menos va a tener un grave problema de salud que le va a complicar la existencia en la película, porque en una historia con un metraje determinado solo se incluyen las cosas verdaderamente importantes para la trama. Por eso, nada más enterarme de que tengo quince años menos, lo primero que pensé fue: Espero que ni Rajoy ni sus ministros se hayan enterado, porque entonces nos ponen la jubilación como regalo a los ochenta años
Si desde el punto de vista empresarial ya somos viejos para los cincuenta, nos pasaremos treinta años como unos zombis en vida, mendigando por un lugar en el que ubicarnos.

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sábado, 13 de diciembre de 2014

SIRENAS DE PÁRAMO, O DÍAS DE BURBUJAS

Personalmente tras esa serie de molinillos con los brazos, echo en falta que salga una paloma, o como es debido, una botella de cava…
¡Perdón! He comenzado  por el final. Me refiero al anuncio navideño de Freixenet. En él, nuestra  María Valverde se marca, o mejor dicho el coreógrafo le ha marcado, unos pasos de baile  a ritmo desenfrenado, como si tuvieran más cosas que hacer que tiempo, y tras muchos gestos…queda en nada.
Quizás la vida es como el anuncio de Freixenet, mucho esfuerzo para llegar a la misma casilla de salida, mientras una voz, a modo de conciencia (en el anuncio un David Bisbal que se atreve con el inglés, aunque el idioma parece que quiera huir) te va diciendo cosas inteligibles o que no quieres entender. Días de burbujas, de lentejuelas, de oropel,  y días de bajón, cuando se apagan las luces, especialmente las de las ideas.
Nunca he puesto ninguna pega a ninguno de los anuncios de la bebida dorada, pero quizás este año ese ritmo desenfrenado tanto en el baile como en la melodía dan la impresión de intentar enmascarar una vida, la nuestra, que bien sea por los años, o por los sucesos sociales, parece que en realidad va a dar paso a otra cosa, a algo totalmente diferente, y se queda en la explosión, en las burbujas…Y no hay nada más. ¿Pura metáfora de la vida?
Investigando, porque no conocía la canción del citado anuncio, Closer tonight, he descubierto a su autor y cantante original, el cubano-neoyorquino Elsten Torres, y la puesta en escena de su vídeo, esa sirena de páramo, me seduce en su idea, y quizás me hace sentir que todos somos, en realidad eso, unas sirenas arrancadas de su lugar de origen, quizás de ese Edén al que pertenecemos e intentamos volver dando coletazos durante toda nuestra vida.
¿Qué imagen puede haber más triste que toda una sirena en una silla de ruedas? Quizás, precisamente, puede ser la cara B de las burbujas doradas, de ese submundo que se quiere ocultar.
Y la canción en sí, mucho más pausada, y sin duda melancólica, da qué pensar; quizás lo que se olvida tras una noche de alcohol y focos.
Esta vez al menos un anuncio me ha servido para algo más de que me entren ganas compulsivas de comprar algo, y es haber conocido a un cantante,  y a su canción, extrañamente ajena a esa superproducción de purpurina, luces y sonrisas.


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jueves, 11 de diciembre de 2014

MORDAZ-A

Esta tarde han llamado a la puerta de casa, y tenía el convencimiento, o quizás el deseo oculto de que fuera el Pequeño Nicolás. Pensareis que no es posible porque este vecino del mundo no es suficientemente importante para que él apareciera intentando hacer cualquier tipo de negocio.
Mi pensamiento no iba por ese lado. Estaba totalmente convencido de que iba a llamar a la puerta pidiendo un aguinaldo por habernos “amenizado” estos dos últimos meses del año mientras veíamos cómo el gobierno se ponía cada vez más nervioso.
Y es que tenemos unos mandatarios que si llegan a poner un circo, los enanos seguro que al final acababan jugando en la N.B.A.
Tenemos un país de traca, en el que un niño (porque si a los hijos, con más de veinte años, de los famosos la prensa del corazón todavía les llama así, él también se lo merece) está poniendo negro sobre blanco el país chanchullero en el que vivimos, o al menos intentamos sobrevivir.
Si el día de Nochevieja hubiera que ponerle cara al año que se va, el 2014 sin duda llevaría la cara de Francisco Nicolás, con aroma de corrupción,  pero sin simulación en diferido, sino en directo, como hay que hacer las cosas, de una vez.
Y si tuviéramos que elegir un aparato, utensilio, electrodoméstico, o similar que sirviera para resumir gran parte de lo ocurrido, sin duda éste sería una televisión de plasma detrás de la que se ha escondido más de una vez el Señor Rajoy. ¿Cobarde? No tanto. ¿Perdido? Sin duda sabiendo el lugar al que quiere llegar, y llevarnos a nosotros al huerto.
En realidad, Rajoy ha jugado a poner cara, este año y los anteriores, de que tenía que hacer lo que no quería. Siempre la culpa ha sido del Zapatero de turno, o incluso del maestro armero, pero nunca suya o de los suyos. 
Y ha dejado España como un erial, y con la ley que se ha aprobado hoy, esa denominada “ley mordaza” (otra vez es nuestra culpa por portarnos mal, y no sonreír al gobierno), están endureciendo al máximo las riendas de un caballo que según ellos quería desbocarse, y en realidad lo único que nuestro caballo quería, era trotar  a su ritmo y por el camino que quería, y no al "impuesto" (y nunca mejor dicho).
Es triste, muy triste, pero como siga la cosa así, la única diferencia que va a haber entre la España de los sesenta y la de ahora, es que las imágenes son en color. Y el gobierno no se da cuenta de que el color todavía permite distinguir el rojo del azul, y hace tiempo que nos dimos cuenta de que no necesariamente el color rojo es el del diablo, y que la corrupción se puede disfrazar con el poder de la legalidad.
Al final solo nos va a quedar la música, como hoy, los que protestando por la aprobación de la Ley Ciudadana han cantado la “Canción del Pueblo” de Los Miserables. Dentro de poco, y si seguimos así, solo se podrá silbarla, eso sí, desafinando un poco, para intentar enmascararla. Porque de “letras” solo nos van a quedar las que nos ligan a la hipoteca; y las demás, esas letras, que hacen pensar, estarán prohibidas.
Hoy es mal día para decir eso de que “es el primer día del resto de nuestra vida”.

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miércoles, 10 de diciembre de 2014

¡MENUDO PALO!

Hay cosas que son como son y no se puede aumentar. Por ejemplo, si por desgracia alguien se muere, se ha muerto y ya está. Uno no se puede morir más muerto, ni aunque tenga ojos de gato e intente morirse seis veces más. 
Sin embargo, este fin de semana, con el medio puente que ha habido, y que Donosti se ha llenado de turistas ansiosos, al parecer,  de ver llover, pero a la donostiarra, este vecino del mundo ha descubierto que el narcisismo, por ejemplo, sí se puede incrementar. Se puede ser más narcisista que lo que es habitual.
Ya sabemos que de un tiempo a esta parte la fiebre del "selfie", o de la "autofoto" no ha dejado títere con cabeza, y la fiebre del yo me guiso la foto, y yo me la como, está haciendo mucho daño. 
Antes la típica pareja de enamorados que disfrutaban juntos de unos cuantos días de amor, de vez en cuando te pedía con cara arrobada que, por favor, les inmortalizaras con su cámara. Ahora, sin embargo, es muy difícil encontrar una pareja que te pida sacarles una foto. Parece como si ya en el "pack mental" que la gente se hace antes de comenzar un viaje, ahora se incluye los esfuerzos para conseguir una buena autofoto.
Sin embargo, este fin de semana de turistas entre despiadadas gotas de lluvia, he descubierto que ya hay verdaderos profesionales del selfie que vienen pertrechados con una especie de barra metálica que se sujeta manualmente por un lado, y por el otro se coloca la cámara fotográfica, para ganar distancia en los futuros selfies, y ya no sea solo una cabeza enorme, debido a la cercanía, lo que se vea de una foto, y haya que hacer un acto de fe para entender dónde se estaba cuando se sacó la misma.
Es probable que nos traslademos durante un puente sin nuestro cepillo de dientes o nuestras zapatillas para el salón o la habitación, pero ¡ojo! nunca sin el palo para el selfie. Luego nos reiremos cuando en programas del corazón, en televisión, se hace distinción entre los famosos, del reportaje fotográfico pactado y el denominado “robado” o sin permiso.
Este vecino del mundo puede entender un selfie compartido por una pareja, incluso le parece romántico ver como arriman sus cabezas para sonreír al mundo su amor compartido. Pero, incluso, en ese mismo ámbito, ese palo para selfies parece más un artilugio sexual que algo necesario para tomar una fotografía. Si se quiere una foto en condiciones, se pide la ayuda  a alguien que pasa por allí en ese momento, y además es una manera, como cuando haces o te hacen el amor, de conocer gente.
Ya no solo vamos a ver a cuatro amigos juntos, que cada uno está con su móvil, tablet, u ordenador, sin hacerse ni pajolero caso, sino que uno de ellos, con ese palo que se está haciendo famoso, sacará una imagen desde lejos, para que no haya dudas de lo cretinos y solitarios que podemos llegar a ser con tanta “modernidad”.

*FOTO: DE LA RED

martes, 9 de diciembre de 2014

¿Y SI EL DESTINO TE HABLA?

No sé si eso será muy normal, pero a medida que van pasando los años, este vecino del mundo, se va dejando influenciar más por los llamados “signos externos”. Y es que hoy, tras despertarme, he ido, como cada mañana, al balcón para ver cómo se presenta el día, y me he encontrado con un globo blanco medio desinflado en el suelo. Hay que tener en cuenta, que vivo en un cuarto piso. Y… no sé cómo planteármelo, y lo que es peor, si debo planteármelo.
¡Hombre! Así de primeras… Mi vida no es que esté a medio fuelle, sino que, y desde un punto de vista de “media sonrisa”, está con problemas respiratorios crónicos.
Si antes normalmente la  “cuesta” del mes se hacía dura los últimos días, ahora se hace dura desde el día 2, porque el primero me lo paso despistado.
Para una persona que desde muy joven se enfrentaba con películas de Ingmar Bergman, como si fuera un egiptólogo disfrutando como un niño con un nuevo jeroglífico y, ayudado con cualquier tipo de información que encontraba por el camino, desencriptar lo que el director sueco intentaba decirnos, aprendí que utilizaba mucho el juego de los colores para dar pistas…
Basándome en eso, el color blanco me puede dirigir hacia la inocencia, y quizás por ahí vaya bien, porque por mucho que la vida se empeña en ponerme en mi sitio, que nunca he sabido a ciencia cierta dónde está, yo siempre he intentado, quizás como la cabra que tira al monte, confiar en la bondad de la gente. Y a lo mejor es que he tenido mala suerte, y en mi caso dificultad para encontrar la bondad, o simplemente que no sepa reconocerla.
A lo mejor en el fondo me pasa como al Señor Rajoy, que ve la vida como nadie de la gente a su alrededor, y donde los demás solo ven tiestos, él ve brotes verdes.
Resumiendo, que estoy en “globo” desde que he abierto el balcón esta mañana, cosa que a muchas personas, esas que cada día son desahuciadas de sus casas por no poder pagar una deuda, no les volverá a pasar.
¡Ya está! He tomado una decisión: A partir de mañana no voy a abrir el balcón, para ver mi futuro. Y saldré a la calle no bien informado sino como mi estado de ánimo me guíe. Y si siento que en mi interior bulle un verano tropical, pues aunque esté nevando saldré a la calle con bermudas y chanclas. ¡No hay problema! Porque la mala gente siempre me mirará mal, pase lo que pase, y la buena gente, si la hay, pensará que en el fondo, al ir con ropa veraniega, soy un optimista.
Y si tengo que afrontar la vida, que la tengo, prefiero ser optimista, aunque alguien alguna vez dijera que el optimista es un pesimista mal informado.
Bien pensado..., solo me he encontrado un globo, y lo que ha dado para desvariar. Si llego a encontrarme un camello todavía estaría decidiéndome si  buscar a los Reyes Magos o por informarme de dónde se encuentra el cártel más cercano.
Al final lo del globo va a tener que ver con el estado de ánimo…

*ILUSTRACIÓN: DE LA RED

lunes, 8 de diciembre de 2014

NI PARPADEE (...A ESTAS ALTURAS DE LA PELÍCULA

Este fin de semana y como patrocinado, o casi forzado, por el mal tiempo  que prácticamente nos ha invadido, he tenido la suerte de ver “Magia a la luz de la luna”, último “vehículo”, por ahora, de Mr. Woody Allen.
Algunos dirán, seguro, que es una película menor del director americano, y con el devenir de los años, quizás así sea, pero este vecino del mundo ha degustado este auténtico plato, bien condimentado, de buen cine, y se ha quedado tan feliz.
Quizás, el Señor Allen, como buen y reputado chef de productos cinematográficos, de antemano sepa la receta de una buena historia, y ésta la tiene aunque vaya por el camino de la sencillez.
En la Francia de los años 20, un reputado mago inglés (Colin Firth), que adopta siempre para sus actuaciones la apariencia de un personaje chino, tiene una especie de cruzada  contra los falsos médiums, y esta vez decide desenmascarar a una joven (Emma Stone). Y la historia se enmarca en la citada relación, y los temas habituales en la filmografía del Señor Allen como son la vida, la muerte,  su relación con las mujeres, y con los demás. Aderezado todo ello en una presunta Costa Azul de bellísimos paisajes a todo color y bajo la fotografía de un inspirado Darius Khondji.
Siempre que voy a ver una película del Sr. Allen, y antes de entrar en la sala, tengo presenta que en teoría  son producciones con poco dinero, pero que luego en pantalla lucen mucho más que lo “gastado” y ésta es un claro ejemplo de ello.
Durante la proyección de esta película dos grandes obras, por momentos, se han cruzado en mi mente. La primera es “El gran Gatsby”, que apareció en mi mente durante el desarrollo de una escena nocturna en el transcurso de una gran fiesta de una más que evidente alta sociedad, y la otra es “My fair Lady”. Ésta viene a colación por la manera tan machista de concebir la vida por parte del protagonista, y que su comportamiento, en especial en las escenas finales, es más que evidente.
Creo que el Sr. Woody Allen ha estado especialmente hábil en el casting, en cuanto al dúo protagonista, y en el personaje de la tía del mago en cuestión.
Un Colin Firth como prototipo del inglés más irritante y pagado de sí mismo, en el que él y sólo él es su auténtica pareja, ya que está profundamente encantado de haberse conocido, y la bella Emma Stone, solo podrá llegar a formar parte, en realidad, de un trío. 
La Señorita Stone compone un delicado personaje de una sospechosa médium, a medio camino entre la candidez y la mujer que en realidad puede ser totalmente autónoma.
Como dicho anteriormente, este vecino del mundo incluiría también a escasos centímetros de la pareja protagonista, a Eileen Atkins como la tía Vanessa, y que en realidad es la única capaz de lidiar con el orgullo recalcitrante del personaje de Colin Firth, y que actúa como una especie de frontón transformando las preguntas de su sobrino en respuestas, sin ella aparentemente hacer nada.
Mención aparte merece la española Sonia Grande en cuanto al vestuario y que, por la época en cuestión, tiene especial relevancia en el desarrollo de la historia.
Para muchos, como ya se ha dicho, quizás estemos ante una obra menor de un gran genio, Woody Allen, pero personalmente me tuve que poner un babero para evitar manchar mi ropa, ante un producto como el presente, con el que uno no se topa todos los días.
El mejor truco de la película, ya que la historia tiene que ver mucho con el mundo de la magia, es que 97 minutos, su metraje, se pasan en solo dos. Por eso al comenzar la proyección conviene estar especialmente atentos, y no parpadear, para no perderse esta bonita historia. 
No te arrepentirás.

*FOTO: DE LA RED

viernes, 5 de diciembre de 2014

EL FORRO DE NUESTROS BOLSILLOS

En estos días cercanos a la Navidad siempre se ha puesto el acento en promocionar los gestos de ayuda a todo tipo de causas, y siempre me ha parecido bien: ayudar a familias sin recursos para que estas fiestas sean menos tristes; a niños tanto de España como del extranjero para que no se sientan discriminados con los juguetes…
Lo que ocurre es que en estos momentos en el que “la cosa que está muy mal” sigue siendo motivo de conversación un día sí y el otro también, se está poniendo en marcha todo tipo de cooperación ciudadana.
Desde Donosti, que es desde donde este vecino del mundo escribe, la semana pasada fue de ayuda a los Bancos de alimentos (que por cierto, con las ya connotaciones negativas que tiene la palabra “banco” deberían de buscar otro nombre para denominarlos), y en todo tipo de tiendas había grupos de personas desplazadas al efecto que te daban unas bolsas de plástico, para que mientras hacías tu compra, colaboraras comprando para los citados bancos de alimentos, cierto tipo de productos no perecederos que ellos te aconsejaban al entrar, y al salir del establecimiento les entregaras “tu buena causa”.
Esta semana ya acabo de leer que Cruz Roja lanza una campaña de recogida de juguetes para niños y niñas en dificultad social, y que conste que me parece bien, pero… ¿no va siendo hora de que salgamos a la calle OTRA VEZ para mostrar nuestro malestar con el proceder, o no, que nunca se sabe, de este gobierno que no cumple con sus deberes?
El gobierno actual ha hecho lo más fácil, aunque ellos con cara de pena dicen que es lo más difícil, pero que la culpa es de Zapatero, y nos han recortado hasta las ganas de vivir. Y todas esas carencias, con tanta injusticia social, que nunca han sido negociables, sino por decretazo, tienen que ser suplidas desde otro lado, y me temo que desde el lado del forro de nuestros bolsillos.
España nunca puede ser sospechosa de no ayudar a nadie.
En nuestro ADN ya tenemos incluido el ayudar a todo tipo de causas.
Los nacidos en los cincuenta recordaremos esa hucha con forma de niño africano, o asiático, que nuestro “profe” tenía en su mesa para que ayudáramos al Domund. Ahora parece que el “domund” lo tenemos instalado en nuestra propia casa. Con lo cual, “nuestra alarma”  para que nos parezca que ayudamos mucho es difícil de que suene, porque estamos acostumbrados, incluso con nuestros propios órganos, siendo, en cuestión de donaciones, los primeros a nivel mundial.
A todo eso hay que añadir la famosa “ayuda” a los bancos para que reflotaran en lugar de “su” economía, la nuestra.
Muchas veces tomo como base la filosofía de mi madre, una más de los famosos niños de la guerra civil que se tuvo que curtir en tierras francesas para salvar su vida. Y mi madre siempre ha dicho eso de que “una ubre da lo que da, y llega a donde llega”, y la nuestra, junto con nuestra moral, ya está depauperada.
Y hoy en lugar de terminar con una especie de conclusión final, me voy a tomar una licencia, y voy a acabar con una pregunta, que en realidad no espera respuesta, pero que si la hay, será bien recibida.
¿No estaremos, también, ayudando por encima de nuestras posibilidades?

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jueves, 4 de diciembre de 2014

LA SOMBRA DE LO IMPOSIBLE

Los molinos del recuerdo mueven sus palas sin rumbo definido, siempre guiados por la fuerza de algo  tan intangible como es el viento de tiempos queridos. Aquellos tiempos en los que todo estaba por delante y era fácil partir cuando nada dejabas y todo te esperaba.
Los molinos del recuerdo suenan a quejidos pesados de verdades esculpidas en la sorpresa de lo nada pretendido, y más encontrado que querido. Los molinos del recuerdo ocultan a gigantes pequeños en verdades planas, donde más importante es la mirada al recuerdo, que el recuerdo en sí.
Molinos blancos de inocencia sobre tierra rojiza abierta a lo desconocido, y como banda sonora el silencio apenas cortado por el viento del eco.
Días azules sin sol, días alegres sin bullicio donde es más lo prometido que lo dado. Grandes llanuras en las que es imposible ocultar la verdad.
Decorados propicios a caballero sin princesa, a dama de bajo linaje pero altos principios, a escudero con refranes por escudo. Aventuras escritas  en el libro del tiempo, donde los actos se disfrazan de leyenda, donde lo pasado se confunde con el tal vez  que es vecino de lo imposible.
La figura del Quijote sustituye al perdedor perdiendo, donde no se quiere ganar sino vivir, donde lo que importa no es contar sino sentir. Días en los que nunca existió el presente sino la sombra de una acción antes que la acción en sí.
Años repletos de aventuras sin planes, sin tesoro pero con mapa, donde más importante era buscar que encontrar, y el objeto no era una piedra preciosa, sino una preciosa piedra. Porque el tesoro se convierte en tal cuando lo descubre una mirada soñadora, un viejo disfrazado de niño, un aventurero sin aventura, un quijote en su cuerda locura.
La vida en realidad era simplemente el reflejo de un espejo, donde se miraba Aldonza y él encontró a Dulcinea. La vida era un relato corto y él lo convirtió en su país.
Los molinos del recuerdo hoy están habitados por celosos gigantes enamorados que buscan a su dueña en tu mirada, en la sombra de lo imposible.

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miércoles, 3 de diciembre de 2014

CAMELLOS DE DIFERENTE PELAJE

Siempre que oímos la palabra “camello” nos imaginamos a ese ser despreciable que intenta lucrarse de tus vicios, y que incluso primero puede regalarte mercancía hasta que te enganchas, y luego te tiene atrapado. Sin embargo, va a ser verdad ese viejo refrán de que unos tienen la fama y otros cardan la lana.
Con apenas pocos días de diferencia me he encontrado con dos empresas, que se dice que son de las de toda la vida, al menos de las de toda tu vida, que han utilizado el viejo truco de darte un producto sin haberlo pedido. Y, luego, en letra pequeña, y de pasada, te dicen eso de que “si en seis meses no has dicho nada, sigues fijo con el producto, y entonces ya, pagando” o algo similar.
Hace unos dos meses, Euskaltel, la empresa de telefonía con txapela, proveedores de teléfono/internet/televisión, me llamaron para ofrecer una super-oferta que no podía rechazar de unos exquisitos canales de televisión con todo tipo de cine. Sin el más leve titubeo, y antes de lo que se tarda en decir “señoritayonolehedichoquemellameparaofertarmenada”, ya le había demostrado que su oferta se podía rechazar, y así lo había hecho sin parpadear, y que no quería nada de nada, y que estaba muy disgustado con ellos porque solo prestan atención a los nuevos clientes, y cuando ya has picado, y cambias de proveedor, y te tienen como “el camello de la familia” se olvidan de ti, y ya todo lo que te ofrecen, si lo hacen, no es para aligerar gastos sino para sumar. Una versión moderna del eterno prometer y prometer hasta meter, y una vez metido, nada de lo prometido.
Pues bien, hace apenas dos semanas, observé, porque ni me avisaron,  que podía ver esos canales ofertados, e inocente de mí, quise creer que a lo mejor mi pequeño discurso les podía haber removido las entrañas. Pero no fue así, sino que ayer me llamó una señorita, no de nombre compuesto, sino netamente euskaldun, o que perfectamente podía haber sido mencionado en “Ocho apellidos vascos”, para decirme si había visto los nuevos canales, y si me gustaban, porque gentilmente me los ofrecía al mismo precio mencionado dos meses antes.
Intentando no hacer alusión a sus progenitores, ni de los propietarios de la empresa, volví a reiterar lo que opinaba del asunto y de la actitud de su empresa. Ella antes de colgar, como sus compañeras en anteriores ocasiones, me dijo que había apuntado todos mis comentarios y que los trasladaría a sus superiores.
La “señorita” tras colgar el auricular seguiría con su trabajo, mientras, este vecino del mundo se tuvo que tomar medicación para bajar la tensión porque la otra opción era avisar al Libro Guinness de los Records, para intentar homologar mi marca que sin duda sería una de las mejores, o peores según se mire, de toda la historia de la humanidad.
Y en esos mismos días he recibido un solicito correo electrónico de Laboral Kutxa, la banca con Rh negativo, incluyéndome, sin preguntar ni pedir permiso, en un teléfono que gentilmente me informará de inmediato de todos los movimientos de mis cuentas, que dicho entre nosotros, no es que se encuentren reumáticas crónicas, sino parapléjicas perdidas. Y por supuesto, con la coletilla de que tras un periodo de seis meses de prueba, luego tendría que pagar.
Inmediatamente recibieron otro correo electrónico desde mi lado, y como escribiendo no se puede gritar, todo el texto estaba en mayúsculas, y parece que se dieron por aludidos, porque en diez minutos ya me habían borrado de la lista.
Debo de ser un iluso, ya lo sé y no me importa, pero tengo la esperanza de que en cualquier momento reciba una carta de ese banco en el que gentilmente me han incluido en otra de sus listas, para darme todos los meses la bonita cifra de mil euros sin ninguna contraprestación por mi parte, y eso sí, que si en seis meses no he comentado nada, seguiré incluido en la misma lista, y que desde entonces en lugar de darme mil euros, por buen cliente me darán mil quinientos.
¡Claro!, cada vez en la relación con tu banco tienes que hacer más cosas desde tu lado, porque ellos se han vuelto unos señoritos, que tienen demasiado tiempo para perder, y te incluyen en todo tipo de promociones de las que siempre solo salen ganando ellos.
Lo dicho, hay camellos de muchos tipos (especialmente en Navidades, me imagino que por aquello de montar el belén y me lo han montado), pero eso sí las jorobas las llevas tú. ¡No te joroba!

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martes, 2 de diciembre de 2014

DESAYUNANDO EN LA LUNA

¿Quién de nosotros no se ha dejado llevar alguna vez por una locura? Y más si es fácil de realizar y barata.
Llevo unos días con una idea que me ronda la cabeza. Nunca he deseado ser mujer, es decir, no por nada en especial, sino que nunca me he planteado cambiar de sexo porque me encuentro bien como estoy, y como dijo aquel ministro, ”los experimentos mejor con gaseosa”. Pero sí estoy deseando hacer lo que hizo el personaje de Audrey Hepburn en “Desayuno con diamantes” (Breakfast at Tiffany's). 
Cualquier día de estos me voy a desayunar (como en Donosti no está ubicada la joyería Tiffany's, aunque no creo que sea porque aquí no hay tiendas caras, sino carísimas) ante el escaparate del Banco de Santander, en la Avenida de la Libertad, uno de los sitios, pocos, donde ahora se puede esconder la utopía, y me pongo a soñar ante mi reflejo en el cristal, mientras me como unos cuantos churros, de esos congelados del "super", y chocolate que previamente habré llevado en un termo.
De todas maneras, es curioso, mi utopía se encuentra en la Avenida de la “Libertad”, otra utopía o más bien leyenda urbana.
¡Y es que estamos en las mismas! Al igual que en el cine americano se gastan un “porrón” de millones para rodar una película, aquí nos tenemos que conformar, incluso con los sueños, a vivirlos como podemos y con presupuesto reducido.
El más quisquilloso de mis lectores ya estará despotricando mientras dice que en esa escena inventada y descafeinada, lo que más se va a echar en falta es Moon River, la célebre canción de Henry Mancini, y quizás eso sea lo más fácil de conseguir: la canción previamente grabada en mi teléfono móvil y unos pequeños cascos en las orejas.
Nunca he sido materialista, pero al final te das cuenta que hasta los sueños más íntimos necesitan un apoyo, aunque sea muy ligero, de eso que despectivamente llamamos “pasta, guita, parné”, todo lo que sea por no decir “dinero”, porque parece que el dinero mancha, incluso la boca.
Ya no buscamos el edén en los paraísos perdidos, sino en los paraísos fiscales.
Siempre se ha dicho eso de que “todos tenemos un precio”, pero con los días que nos ha tocado vivir, ahora quien más quien menos tiene su precio rebajado, y se conforma, pues eso, con los churros congelados, como nuestros sueños, que la realidad hace mucho tiempo que se encargó de enfriar.  Y los dejó, no como en la película en el "Río de la Luna", sino directamente en la luna de un banco. ¡Triste!

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