El otro día estaba viendo
una de esas películas antiguas, en blanco, negro y multitud de grises, y me
pregunté por qué la cicatriz en el rostro es un símbolo de maldad añadida, y si
sería motivo por el que su poseedor era “malo”,
o por ser malo le había pasado eso.
Mucho para hablar todavía del
tratamiento que el cine ha hecho de las caras marcadas, y del juego que les ha
dado los "recuerdos" de la viruela.
No es la primera vez que ese
tipo de pensamientos me ha venido a la mente. Vaya por delante, para los que me
acaban de conocer en forma de blog, que este vecino del mundo está cada vez más cerca de la sexta
década que del acné juvenil, y que saboreó más que sufrió aquella televisión única,
con un único canal, pero que “gracias a ello”, tuvo la suerte de conocer mucho
cine, digamos, antiguo, pero que es la base del actual. Y por eso nunca está
seguro si los perros bulldog le recuerdan al mítico Edward G. Robinson, o es él
el que le recordaba a un perro aparentemente agresivo.
La eterna pregunta de si a uno le “marca” su cara, o tiene el rostro que se merece tallado con el cincel de las copas y sustancias sospechosas.
La eterna pregunta de si a uno le “marca” su cara, o tiene el rostro que se merece tallado con el cincel de las copas y sustancias sospechosas.
Con los años nos han vendido
la “moto”, y las ropas, de que “la arruga es bella”, pero por otro lado hacen
publicidad de cremas milagrosas con jovencitas que acaban de abandonar la leche
materna.
Y más imágenes en blanco y
negro, donde la oscuridad es el reino del lamento y el olvido, y una Blanche,
de “Un tranvía llamado deseo”, luchando contra la apariencia de su “yo” en el
espejo, al tiempo que otra vez, la belleza, encarnada ahora en su cuñado, le
abofetea en el rostro de su realidad.
Mientras, este vecino del
mundo, se observa en su espejo, no metafórico, sino de cristal real, y se nota nuevas
arrugas en el cuello, motivadas, según él, por los kilos perdidos en la lucha
contra la báscula. –Y luego dirán que adelgazar es beneficioso- piensa mientras
emula a Robert De Niro hablando al espejo en “Taxi Driver” -¿Hablas conmigo?
¿Me lo dices a mí?
El otro día estaba viendo
una de esas películas antiguas, en blanco y negro, y me descubrí. Juraría
además que el protagonista me guiñaba el ojo, mientras me preguntaba:-¿Vives, o
aparentas que vives?-. A lo que respondí sin el menor atisbo de duda:-Tengo
arrugas, luego vivo.
*FOTO: DE LA RED