Confieso, por si hubiera alguna duda, que no me gustan
las mujeres. Las adoro. ¡Qué le voy a hacer! Me parieron así, con mis filias y fobias; pero en cuanto a mujeres, sin ningún tipo de dudas.
Sin embargo, a la hora de excitarme, me confieso como de
gustos más abiertos. ¡Vamos! Que me gusta la carne, el pescado, y hoy, visto lo visto, hasta el besugo. Porque, en este mismo momento, estoy terriblemente excitado, no diría cachondo, pero sí muy excitado, con un, presuntamente, besugo, llamado José María Aznar.
Ya lo dijo hace mucho tiempo el Señor González, Don Felipe, al hacer un símil entre los
expresidentes y los jarrones chinos, por aquello de nunca saber el lugar dónde
deben de ser colocados (en aquel momento “colocar” no significaba “puertas
giratorias”), ya que, al
parecer, molestaban en todas partes.
Pero lo de hoy de “Josemari" (ya que si él se ha tomado más que confianzas con todos
los españoles, este vecino del mundo lo hace con él también) ha clamado al cielo de los
creyentes, y a la ya comentada excitación de este voyeur de noticias, al
afirmar sin ningún tipo de rubor, que deberíamos trabajar hasta los setenta
años.
Sinceramente, lo primero que he recordado tras el “shock”
inicial, son aquellas declaraciones del entonces Presidente de la Patronal, Gerardo
Díaz Ferrán, diciendo: "Hay que trabajar más y ganar menos para salir de
la crisis". Y al poco tiempo, por aquellas ironías del destino, “le
pusieron a la sombra”, otra contradicción para un hombre que basaba gran parte
de su posible fortuna en la venta de nuestro sol.
Habrá que preguntar a Don Josemari, si no es mejor que los jóvenes accedan antes al mercado
laboral, pero al del bueno, al bien pagado, y no a ese otro disfrazado de
becarios de muchos años, o bajo la excusa de “aprender”, pero que desde el
minuto uno te piden saber de todo.
¿Qué quiere Don Josemari, unas oficinas llenas de viejos
oficinistas con marcas de pis en sus braguetas, o perdidos por los pasillos
víctimas de un alzheimer incipiente? O más bien, puede desear unos trabajadores que coticen
hasta los setenta, además con un seguro privado, para seguir fomentando el
paraíso empresarial, y que se mueran a los dos días de haber cumplido los
setenta, para que no cante tanto la situación.
Hoy, esos ojitos salientes de Don Josemari, esos ojitos
que recuerdan a un besugo inquieto, tenían el mismo sentimiento al hacer sus excitantes declaraciones, que las vacas al
ver pasar el tren.
Ya para terminar, si algún día estamos buscando al Señor
Aznar sabremos dónde no indagar por ser una pérdida de tiempo, y es en el
Diccionario de la R.A.E. en la palabra “empatía”; ni a él, ni a su señora,
la misma que vendió, sin parpadear,
aunque ella no tiene ojos de besugo, más de tres mil pisos protegidos, de “su”
ayuntamiento madrileño, a un fondo buitre.
*FOTO: DE LA RED
*DIBUJO: PATXIPE