Las mareas de la vida te van llevando de aquí para allá,
con pocas cosas que podamos hacer, salvo los deseos y aficiones que te ayudan a
remar hacia donde supones que puede
estar tu futuro. Y esas mismas mareas se encargan algunas veces de
cruzarte con personas que un día estuvieron, por ejemplo, en tu mismo curso y
que durante mucho tiempo después no supiste nada de ellos.
Hace unos años, diez aproximadamente, comprobé que la marea de la vida me había
depositado muy cerca, la calle contigua, de un compañero de estudios al que
perdí la pista al salir del instituto. Hablando con él entonces descubrí que era médico,
y que años después, por diferentes contactos, y como consecuencia de una larga
enfermedad, conocí que se había jubilado antes de tiempo.
Esta semana pasada, y desde el centro del mismísimo
despiste que me poseía y me hacía suyo, una voz saludándome me rescató a la
vida en directo. Era él, que parecía querer un poco de cháchara. Al preguntarme
qué tal me encontraba, le dije que no le había visto, que perdonara, y aproveché
para informarle, como ya he comentado en este mismo blog (https://patxipe.blogspot.com/2018/09/el-otro-alienbasado-en-hechos-reales.html),
que una ameba había convertido mi córnea en su nidito de amor y de cuidado de sus
crías.
Para mi sorpresa, no sabía, porque me lo preguntó, qué era una ameba.
Esa pregunta, viniendo de un médico, que lo seguirá siendo mientras viva,
aunque ya no ejerza, me sorprendió tanto, que solo acerté a decirle que era un “bichito”,
y fingiendo prisa prácticamente me arrojé a la entrada de una panadería que nos
estaba deleitando con sus cálidos aromas, y no he vuelto a coincidir con él.
Hay cosas que nunca comprenderé, como que a un médico le
suene a chino la palabra “ameba”.
Aunque este vecino quedó tremendamente impactado por la
evidente carencia del galeno, su mente
le llevó a otro momento en las mareas de su vida en que ocurrió cuando menos algo tan chocante.
Este vecino tenía desde hacía unos meses una compañera de
trabajo, que el primer día nos la presentaron como Licenciada en Filología
francesa, y haber vivido unos tres años en París, con lo cual se suponía que
estaba muy integrada en el día a día francés.
En un momento dado, meses después, este vecino estaba tarareando “La
bohème”, de Aznavour. Me chocó que no la conociera. Y le dije que era de
Charles Aznavour, a lo que ella me preguntó con cara de
quien quiere repetir exactamente un jeroglífico, quién es Charles Aznavour. De
pronto la oficina me pareció inmensa, y perdí de vista a mi compañera.
Aquel día comprendí que hay preguntas que directamente lo
único que hacen es separar eternamente, como una ola traicionera, y sabes a
ciencia cierta que ninguna otra marea de tu vida volverá a uniros.
*FOTO Y VIDEO: DE LA RED