Este vecino del mundo es totalmente consciente del sinsentido que tiene quizás el comienzo de su post de hoy, pero revisando informaciones atrasadas, de dos o tres días, en lo que se supone eran, entonces, "últimas noticias", se entera de que los vascos llevan a un 7,5 su satisfacción con la vida en general en 2018, en un baremo que va del de 0 al 10, puntuación que ha mejorado cuatro décimas desde 2014.
Los datos anteriores se muestran en la Encuesta de Bienestar Personal del Instituto Vasco de Estadística-Eustat, con información sobre la sensación de bienestar de la población mediante una serie de preguntas que estudian aspectos de la calidad de vida que nada tienen que ver con planteamientos materiales.
Dejando los datos al margen, al comenzar a leer el citado estudio me he acordado de mi padre y de la mayoría de sus amigos que estaban encantados de haber nacido (dicho sea de paso,entre 1920 y 30) donde habían nacido, y que aunque nunca lo decían, que daba bastante patente la sensación esa de que cuanto más alejado de Euskadi, el Edén era más difícil de encontrar.
Alguna vez ya le tengo tentado, a mi padre, con frases como "qué suerte tenemos por haber nacido donde lo hemos hecho, ya que aquí atan los perros con longaniza...". Se me quedaba mirando, serio. Alguna vez me pareció verle el signo de interrogación en la frente, con cara de "mi hijo me está vacilando", pero en el fondo él ya sabía, como se dice ahora en los programas de cotilleo, que "ese melón era mejor no abrirlo...".
Ignoro si ese sentir es todavía vigente, diría que con "la globalización" la gente, aunque en la distancia, conoce más los usos y costumbres, y ya sabemos todos que la única longaniza libre de gastos se la comen los políticos, los unos y los otros. Y a nosotros nos toca sobrevivir con lo que tenemos y encima ayudar al menos afortunado, ya que estamos expuestos, un día sí y el otro también, al chantaje emocional que supone airear las injusticias sociales, como si fueran directamente "tu culpa".
Por otra parte, el donostiarra es un ser "especialmente elegido", orgulloso de tener "el marco incomparable", aunque no lo hayamos logrado nosotros, sino que nos vino dado en el sorteo de la vida. Y está convencido de que el resto de la humanidad nos envidia.
Este vecino del mundo está seguro de que si hubiéramos tenido que conseguir "el marco incomparable", mediante un consenso en el ayuntamiento, se lo hubiera quedado el vecino vizcaíno. Porque el consenso, el llegar a acuerdos no entra en nuestra genética. Y si no, sólo falta recordar los más de treinta y cinco años que se tardó en decidir dónde poner el huevo de la estación de autobuses, que por cierto, con tantos "dimes y diretes", el edificio al estreno ya era pequeño.
El bilbaíno "juega" con ser el mejor en ese "mundo-Bilbao" que está en cualquier lugar de la galaxia, el problema es que los donostiarras tenemos asumido que "como lo nuestro, es imposible para los demás". Pero seguro que sí puede ser más barato, porque los precios, en Donosti, en casi todo, son primos hermanos de las angulas...
De todas maneras,y para eso no hace falta hacer ningún estudio, se palpa en el ambiente, en nuestro ambiente, que estamos encantados de habernos conocido...
Dime si te quieres, y ... te diré quién eres.
*FOTO: DE LA RED