Aunque quizás se podía intuir por el devenir de los acontecimientos
de esta semana, con el alba nos hemos enterado de que Chiquito de la Calzada,
Don Gregorio Esteban Sánchez Fernández, nos ha dejado hoy, como siempre ha
sido él, intentando hacer el menor ruido posible.
Día muy triste, en el que nos sentimos un poco más
huérfanos y cercanos a esa realidad de la que él intentaba separarse/separarnos con
esa red de humor que siempre tejió.
Antes de nada, aquel que espere una especie de
recordatorio de todo lo que ha hecho o ha dejado de hacer Chiquito de la
Calzada, por favor que vaya directamente a Wikipedia, porque este vecino del
mundo, tras dejar deliberadamente pasar unas cuantas horas desde la fatal
noticia, para que sus sentimientos/pensamientos fluyeran, sólo, y no es poco,
va a hablar de lo que la figura de Chiquito ha supuesto para él.
Siempre recordaré la primera vez que le vi en televisión,
en el programa “Genio y figura” entonces presentado por Pepe Carroll, cuya
desaparición en su momento, años después, hubiera merecido, por cierto, mucha
más importancia de la que se le dio.
Lo primero que sentí al ver a Chiquito, fue un pensamiento de “Me estoy perdiendo algo. La gente se troncha con él, y aunque parece
que habla castellano, aún prestandole mucha atención, no me entero de nada. Tengo la sensación de
que estoy en otra dimensión”.
Y no me equivocaba. En dos semanas, ya había entrado en
esa nueva dimensión que él creaba. Lo importante en Don Gregorio no eran los
chistes sino el mundo que él abría. Esa liturgia mezcla de gestos,
movimientos, y palabras que aunque sonaban con nuestros fonemas, cada una de
ellas creaba puertas paralelas.
Recuerdo también que hace poco más de una semana ya fue
noticia, también a su pesar, al tener que entrar los bomberos en su casa debido a
una caída que le impedía salir de su piso.
Ha sido la primera vez que un Twitter prácticamente
colapsado, se llenó de mensajes en una única dirección: su recuperación, y
mereciendo a la vez todo tipo de buenos deseos. No hubo ningún “lobo solitario”
que disparara, y que se me entienda, a matar.
Quizás, el gran secreto de Chiquito fue, que todos al
sentir desde un primer momento que era una buena persona, una especie de niño
grande, se dejaban atrapar, y robar su corazón, entrando de cabeza en los
mundos que él creaba, incluso con sus silencios entre cambio de pose y pose, con
esos pequeños pasos que nos podían trasladar en unos segundos a millones de kilómetros
de carcajadas.
Ya lo avisó Paz Padilla en aquel programa que ha
resultado ser el último que “dio” Chiquito a un Bertín Osborne rendido desde el
primer momento a sus pies. Chiquito de
la Calzada, Don Gregorio Esteban Sánchez Fernández, está muy solo desde que falleció su esposa, Pepita, su compañera de toda la vida. Y merece un reconocimiento,
un homenaje en vida. Al final, no se le ha dado, y por tanto, negado.
Un chiquito del barrio malagueño de La Trinidad, concretamente
de la calle Calzada de la Trinidad, y que en toda su vida desempeñó todo tipo
de trabajos para sobrevivir, al final le abandonamos nosotros a él, sin, como
mínimo, esa medalla al trabajo que algunas veces parece otorgarse con más
facilidad que otras…
Al final somos nosotros los fistros bajinales que le
abandonamos después de los dolores, los pecadores de la pradera que yendo al
ataquer le dejamos en Bonanza.
Descanse en paz un genio del humor que éste sí, ha sido primero querido, y mucho, y ahora llorado por todos.
*FOTO: DE LA RED