Quizás estos días llenos de
estampas blancas y frías, hemos podido disfrutar, el que haya podido, de bellos
paisajes, estampas navideñas sacadas de época, en las que lo único que fallaba,
para que todo fuera perfecto, éramos nosotros.
¿No estamos acostumbrados a la
nieve?
Eso me he estado preguntando
estos días, y en realidad no estamos acostumbrados a nada, y a todo. La
vida es como un gran ascensor, en el que al montarnos hablamos del
tiempo para evitar hablar de nosotros a ese vecino que nunca nos ha hecho nada,
pero que diríamos que tiene cara de imbécil, si en realidad supiéramos qué cara
tiene un imbécil, y si los imbéciles tienen una cara logotipo, marca de agua o
lo que fuera.
Este vecino del mundo nunca
ha visto a un animal, a un perro por ejemplo, que al salir a la calle, ya
sabemos que no hablan, pero por gestos, o actitud, se
queje de que hay nieve, de que hay agua,
de que hay sol, o de que no hay nada.
En esta época del año,
invierno, es NORMAL, que haga mal tiempo, si mal tiempo es que nieve. Gran
parte de los medios de comunicación pasan mucho tiempo hablando de ese elemento
blanco, parece que se ha instaurado una especie de primera división de campeonato
nacional de nieve, y competimos entre provincias haber dónde ha nevado
más.
En cualquier momento algún
presidente autonómico va a pedir al Señor Mariano Rajoy, Presidente de este
garito llamado España, igualdad o paridad con respeto a la nieve, alegando que
es un bien, o un problema, o lo que sea, común, y que hay que repartir ENTRE
TODOS, que ellos se sienten maltratados con este reparto, porque así salen
menos en los medios de comunicación, y así vende menos su autonomía, que no
olvidemos, al final es de lo que él vive, y muy bien por cierto.
Y es que, mientras nos
quejamos de una cosa no podemos quejarnos de otra, y a alguno le vendrá bien.
¿No os parece que la nieve
puede ser una especie de gran zanahoria para que todos vayamos mirando para
adelante, y no miremos para los lados, que es donde quizás se corte el bacalao,
o las grandes ideas, o la chispa de la vida, o vaya a saber usted qué?
¿Qué hoy estoy un poquito
bastante susceptible? Es posible, pero últimamente se establecen protocolos de
grandes catástrofes para cualquier cosa. No hay un día normal. Estamos, o en
alerta amarilla, o en alerta roja, pero siempre hay algo. ¿Nieva? Y ya te están
recordando llevar una manta en el coche, con batería de repuesto para el
teléfono móvil.
Echo de menos, siempre he echado de menos, que no recuerden al
montarse en el coche llevar el testamento actualizado en la chaqueta de uno, junto con el carnet de identidad. Así la policía
perderá poco tiempo en contactar con la familia del finado.
¡Veamos! Si hace cinco años,
en la nevada de hace cinco años, un conductor, el Señor X, metió, avisado por
los medios de comunicación, una manta en el coche, normalmente la manta seguirá
allí, en el coche, junto con la rueda de repuesto que seguro que no sabe
cambiar, y que para eso no hay campaña de concienciación.
Mi vecina Mari Pili, la del
segundo B, cada vez que salimos a la calle estos días, debe de creer que
estamos en Siberia, y nos despide hasta con lágrimas en los ojos y nos hace
recordar si llevamos de todo. Ayer le dije, eso sí, de buenas maneras, que
llevaba comida hasta para los seis perros del trineo, y le pareció normal mi
contestación, tan metida en su papel de salvadora de cuerpos.
Lo dicho, que mientras
hablamos de la nieve, no hablamos de la Nieves, o de Pablo, o de Luis, o de
Yolanda, a la que le gustan los hombres una barbaridad, pero a la que desgraciadamente
no le gustamos nosotros.
Y, recordad, dentro de poco
hablaremos del polen y de las enfermedades asociadas, y alguna otra alerta
caerá, para recordarnos que siempre hay alguien que vela por nosotros, ya que
nosotros vamos como locos, y si vivimos un solo día más, seguro que es por ellos,
por esos estamentos que siempre están ahí, en la sombra, en este caso de la
nieve, porque nosotros nunca, nunca, hemos sabido cuidarnos solos, y ellos
actúan de hermano mayor.
Además, y ya para terminar, lo voy a confesar, la última vez que se preocuparon por mí...me robaron la cartera. Solo llevaba facturas, pero me la robaron. Y eso, lo juro, no va a volver a pasar.
*FOTO: DE LA RED