No sé si tenéis la misma
sensación que este vecino del mundo. Nos están sometiendo a, esa palabra que
está tan de moda, tan anglosajona ella, un coaching, un aprendizaje, preparación,
las veinticuatro horas del día. Cómo nos tenemos que comportar ahora, tanto en
el confinamiento, como en la desescalada, y luego ya en esa nueva normalidad,
que ya sabemos que si la describimos como “nueva”, nunca será la misma.
Es curioso, y bien pensado, está primavera está teniendo más coaching que polen.
Lo que ocurre es que llega un
momento en el que se te calienta la oreja, porque hace unos minutos estaba escuchando la radio, a
la una y media de la madrugada, Onda Cero. El coaching de ahora giraba
en torno a que hay que consumir en las tiendas del barrio, cosa que como diría
un castizo, me parece “fetén”, y que habrá que pasar las vacaciones en España,
en nuestros hoteles, y en nuestros restaurantes. Que por cierto, ha dicho uno que
acompañaba al presentador en ese momento, y que es propietario de un bar, que
debemos de copiar también esa costumbre tan anglosajona de la propina, y nos
portamos bien. Ahí es cuando se me ha irritado la oreja y la vena del cuello.
Haremos todo eso, cuando entre
otras cosas, ganemos lo que ganan los ingleses, los alemanes, y los franceses.
Y no me refiero a los extranjeros que trabajan en esos países, sino a los
oriundos que tienen todos los derechos. Además, no se debería de pensar en las
propinas a la hora de fijar una buena nómina para el currante. La propina si
cae bien, pero no se debería de dejar al destino la nómina, por ejemplo, de un
camarero. Pero de eso no se habla, porque entre otras cosas no debe de convenir, por
de pronto, a la parte contratante.
Además, considero que la
propina es, entre otras cosas, muy española. Lo que ocurre es que ya
nos están preparando para suplir este año a los turistas extranjeros que al
parecer no van a poder, en el caso de que hubieran querido, venir. Y el
panorama que tenemos en España es bastante…desolador. Porque el común de los
españoles no es el que se lleva el dinero a Suiza, que ese a lo mejor tiene
mimbres hasta para organizarse unas vacaciones en Mónaco, sino a quien está en su casita, y muy probablemente en el paro.
Personalmente, este vecino pasa
todos los veranos a orillas del Mediterráneo, y este año, si puede, lo hará
otra vez. Lo cual no quiere decir que ni me calle ni olvide las diferencias de
trato que siempre ha habido con respecto al extranjero, especialmente suecos,
alemanes y noruegos. Las cosas son como son.
Después de haber estado más de
media hora haciendo cola para cenar en un restaurante, a ellos no les ofrecen
una mesa al lado del W.C. o debajo mismo del aire acondicionado, y al menda sí,
mientras detrás entraban, casualmente, extranjeros en el mismo momento, y les
ofrecían mejores lugares. No busco venganza, pero tampoco olvido, ni que me
cuenten milongas. Porque no hay carnet de impresentable, ni patria de salva-economías,
y puede venir desde cualquier frontera.
Aviso, personalmente ya está
este vecino del mundo empachado de tanto coaching, porque al final seré yo
quien decida qué hago, y lo que hago.
Muy poca gente se da cuenta
que el comprar algo en una tienda, o irse a cenar a un restaurante, siempre
es una ceremonia tan íntima como decidir acostarse con alguien. Pensároslo. No
vayamos a confundir a estas alturas de la película, intimar con intimidar.
*FOTO: DE LA RED