El matrimonio, se mire como se mire, no deja de ser un
contrato entre dos personas, y como en todos los contratos, tristemente, existe
la letra pequeña, que normalmente suele ser “la madre del cordero”, con la
variante de que en éste, en el matrimonio, te vas enterando de la letra pequeña
muy poco a poco, más de una vez, a toro pasado.
Como en un tsunami, muchas veces tras la aparente calma se
está fraguando la tragedia. Imagínate, vais a salir porque habéis quedado con
unos amigos. Normalmente en este caso, si son “amigos”, vienen de la parte de
ella, porque los tuyos siempre serán “amigotes” y la relación para ella, entre “amigote”
e “impresentable” es muy estrecha.
Tú ya estás preparado desde hace más de media hora, y
ella te ha mirado varias veces, y si no te ha dicho nada es que te ha dado la
aprobación, porque de lo contrario, no te diría que no le gustas, sino te haría
una pregunta: “¿Vas a ir así?” Esta frase llevaría implícito el concepto “Pues-yo-entonces-no-salgo”
Continuamos con la suposición en cuestión. Cuando ya solo
quedan cinco minutos para la hora de la cita, ella te pregunte, mirándose al
espejo: -¿Cariño, qué tal estoy?
Es como la máquina de la verdad, o el célebre polígrafo. Digas
lo que digas estás perdido. En primer lugar conviene mantener la calma, y por
nada del mundo, por nada, se te ocurra contestar “Muy bien, cariño”, sin
estar al lado y mirando a otro sitio, porque entonces la situación no se puede reconducir, y es muy probable que os quedéis sin la cita. En este momento es más que importante, vital,
la comunicación visual, al menos la tuya, porque ella siempre parecerá que no
se fija, pero la mujer en realidad tiene visión multifocal, y aunque parezca
que no te está viendo, en teoría estaba mirando al espejo, lo está
haciendo, y además tiene en cuenta hasta la relajación o no de tus esfínteres.
Si no le da por probarse otros veinte modelos, la cosa va
bien, pero todavía estará unos diez minutos dándose retoques. Para ti estará
igual que antes, pero ahora ella ya se siente más segura.
Y, requisito indispensable, siempre, siempre, cuando ella
toma la determinación de que ya os tenéis que ir, tú, después de más de media
hora esperando, estás en el váter, por aquello de la última…, bueno, ya me
entendéis, para limpiaros las manos. Y ella dice eso de “siempre te tengo que estar
esperando”, que es lo que dirá a “vuestros amigos”.
*FOTO: DE LA RED