Ayer al atardecer caminando sin pretensiones por el paseo
marítimo iba despidiéndome de lo que veía. No hay nada más melancólico que una palmera a media asta. Porque en estos días inciertos en
los que las horas son importantes, sabes que de un día para otro los que te
acompañan e incluso tú, ahora estás, pero mañana ya estás “devuelta a la
normalidad”. Como si tus vacaciones hayan sido una especie de “asalto al Jardín
de las delicias”.
Últimamente algún amigo me ha llamado al móvil, muy
preocupado porque al leerme tenía serias dudas, según él, de estar usando “psicotrópicos”.
La verdad es que no sé si he arreglado el tema al decirle que
la realidad es más peligrosa que esnifar pegamento.
Si llega a vivir el bueno
de Rafael Azcona, se hubiera vuelto al Edén donde sin duda estará eternamente, porque las cosas han tendido al superlativo hiperbólico (me acabo de despertar
y todavía estoy con ramalazos de una vida que no es la mía en el día a día).
Ya
no se lleva el “buscarse la vida” si eres el hijo de un famosillo. Si no has
seguido estudiando porque te quieres ganar la vida, y puedes, como tus padres,
de exclusiva en exclusiva, nunca dirás, por ejemplo, que no haces nada. Sino que
sorprenderás a todos, proclamandote “influencer” de tu comunidad y "coacher" en
gestión de tiempo libre.
Ahora somos especialistas en empaquetar la nada y ponerle
un lazo vistoso al tocarse las pelotas, o al pelotazo, que aunque parecen muy
diferentes, en realidad provienen de la misma familia.
Mientras escribo, me voy dando cuenta de que lo mismo que
mi madre me prohibía bañar en la playa sin que pasaran tres horas de haber
comido, me voy a tener que prohibir acercarme al ordenador si no se ha cumplido
una hora desde que me levanté. Estoy convirtiendo el teclado en un arma
de destrucción masiva.
Además, no se puede regalar nada, ni siquiera tus tribulaciones. Hay
que guardarlas y en su momento darle forma de “memorias”. Tendrán un bonito
precio si consigues hacerte famoso, que en realidad viene siendo la póliza
antigua que se incrustaba en cualquier documento, y que ahora autentifica el
valor de lo vivido. O eres famoso, o tu vida no vale nada.
*FOTO: DE LA RED