Ayer
era el día D y la hora H para el bautizo de vuelo en globo
aerostático de este vecino del mundo.
El
29 de junio del 2013 se presentaba como vulgarmente se suele
denominar un día
de los cielos.
Sacándole
día al día, a la hora convenida, siete y media de la mañana,
estábamos todos preparados, junto al bar “La Venta” en Orduña.
Resultamos ser cinco pasajeros, tres de ellos miembros de una misma
familia, la de Ane (con
una sola “n” , y es que la Igartiburu con su doble “n” ha
causado mucho mal),
un amigo de ellos, y este vecino del mundo. El piloto, como no podía
ser de otra manera, resultó ser un gran amante de ese mundo poco
conocido del vuelo aerostático.
Este
vecino se pudo enterar de que gracias, a esta crisis, los cinco
componentes totalmente neófitos del tema, pudimos montar en el
globo, ya que su empresa, "Globos Estratos", durante más de veinticinco años se había
volcado exclusivamente al mundo publicitario, principalmente haciendo
publicidad del mundo bancario, pero estando como esta el tema, desde
hace unos cuatro años, habían tenido que variar un poco la
filosofía de su empresa, y acercarla hacia los turistas, para poder
seguir viviendo de su afición, que además no es nada barata, y que
en definitiva es de lo que se trata.
Por
encima de las tierras circundantes a Orduña, y con el mismo Gorbea
al fondo, tuvimos el privilegio de observar, durante más de una
hora, el paisaje como el ser humano raras veces tiene la oportunidad
de verlo. A vista de pájaro, la mayoría de las veces no a mucha
altura, con lo cual podíamos degustar todo tipo de sonidos, e
incluso de aromas, que se ponían a nuestros pies.
Nuestro
piloto, del que tristemente no recuerdo su nombre, pero al que
siempre tendré en el recuerdo, aunque bastante joven, pertrechado de
una gran experiencia y facilidad para la expresión, durante todo el
recorrido nos fue dando todo tipo de datos y de información.
Tuvimos
la suerte de volar en un globo prácticamente nuevo, era su cuarto
vuelo, y que había costado al rededor de sesenta mil euros. Con lo
cual se demuestra lo avezados que tienen que ser unos tipos, dicho
con el mayor de los cariños, que a estas alturas de la mala película
que nos está tocando vivir, siguen invirtiendo en un negocio que así
a primera vista al menos, parece de minorías.
Será
inolvidable el detalle del champan, fresco y en copa de cristal, como
se tiene que beber el champan, servido por el mismo piloto, mientras
sobrevolábamos una pared coronada con la figura de una virgen, y
tristemente tres o cuatro antenas en el mismo lugar, que intentaban
afear el paisaje.
Los
pequeños pueblos regados de huertas y ganado vacuno que se alteraba
a nuestro paso, parecían maquetas sino fuera por el olor a verdad
que se impregnaba en nosotros.
Tras
la recogida de todos los bártulos, nos reunimos en un bar del mismo
Orduña y entre pinchos y bebidas, intercambiamos opiniones y sobre
todo sensaciones que quedarán en nuestro recuerdo para siempre.
Como
no podía ser de otra manera, el equipo organizador, cuidando el
detalle al máximo, nos entregó en el último momento un diploma
atestiguando nuestro bautizo en globo.
Este
vecino en algún momento piensa repetir experiencia, pero esa vez me
la quedaré solo para mi.
Un
día inolvidable para un viaje inolvidable.
*FOTOS: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA
*FOTOS: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA