Lo del ya conocido como “caso
Zaldibar” es como hubiera dicho un filósofo de tasca, para mear y no echar ni
gota. Tras trece días del corrimiento de tierras en un vertedero cercano a
todo, seguimos echándonos los trastos a la cabeza los unos a los otros.
Del “todo controlado” hemos
pasado al descontrol más absoluto, por mucho que se nos diga lo contrario con
dicción de ecos de sotana por parte del lehendakari. Por cierto, no se a
vosotros, pero a este vecino del mundo la voz de Urkullu siempre le ha
recordado la versión masculina de esa voz que nos recordaba “su tabaco,
gracias” tras pedirlo en la máquina dispensadora correspondiente.
Espero, sinceramente, que
nunca el Señor Urkullu me felicite por mi cumpleaños, porque con ese tono que
tiene a púlpito, estaría convencido de que seguro que son los prolegómenos a
mis exequias.
Este caso, desgraciadamente, hace tiempo que tomó tintes de humor negro, y junto con las recomendaciones de no airear las casas, y no hacer deporte al aire libre, se les olvidó decir lo más importante: que respiremos, pero poquito.
Hoy nos despierta el Diario Vasco
con un titular en portada:
“El vertedero de Zaldibar
presentó 23 faltas en la última inspección, «ninguna grave»” Sinceramente, un
verdadero dislate. Solo les ha faltado decir que todo fue “casi perfecto”.
Tiene toda la pinta de que el
caso Zaldibar tiene mucho de Juan Palomo, “yo me lo guiso, yo me lo como”, y ha
llegado un momento en que la cosa se les ha ido de las manos. 23 faltas, 23 copos de nieve, que rodando, rodando, se han ido transformando en el desastre perfecto. Si es
que un desastre puede entrar en la perfección.
No sé si puede ser de juzgado de
guardia que tras dos semanas, los dos trabajadores del vertedero sigan desaparecidos.
Lo que sí sé, y no me cabe la menor duda, es que al menos alguien del desgobierno
vasco, en este caso, debería sonrojarse hasta adquirir un morado perfecto.
Siempre, al menos lo hemos
pensado, hemos tenido la suerte de nacer en el mejor lugar del mundo, y ser la
admiración del mismo, pero esta vez al menos se nos ha ido la mano, la misma
que utilizamos para acariciarnos el lomo y hacer la “V” de victoria.
*FOTO: DE LA RED