Comienzo el año cabreado. En la madrugada del día 2 de Enero he perdido un vuelo a Mallorca. He llegado tarde por minutos, y lo que es peor, he visto como el aparato tomaba vuelo con mi familia dentro.
Ha sido en sueños, pero es
todavía mucho peor. Porque allí no existe la nueva normalidad ni saben de pandemias
ni de “confinamiento” que según La Fundéu,
Fundación del español urgente, por su parte,
la ha elegido su palabra del 2020. Era una de las palabras más claras de los últimos
años, por obvia, en un año nada obvio, sino descarado y hasta insoportable.
El primer día del año me lo he pasado en casa intentando abandonar en cualquier esquina el pedal agarrado en la Nochevieja, y con las manos preparadas para hacer aspavientos por si alguien a mi alrededor hablaba un poco más alto.
No ha hecho falta las precauciones
porque siguiendo la estela de la noche anterior, la última del año, sigo más solo
que Iñaki Urdangarín cuando estaba en la cárcel. Que él, al menos, ha terminado
el año con buenas noticias, y le modifican, a mejor, sus condiciones penitenciaras.
Bien pensado, yo también tengo
buenas noticias. En Nochevieja he inaugurado mis viajes por Skype en la
modalidad de ebrio hasta las cejas. Iba a decir que el sufridor, pero como iba
tan pedo como yo, o incluso más, lo de sufridor le viene grandísimo, es mi único
amigo sobreviviente junto con este vecino del mundo de nuestra cuadrilla original.
Lo de mi pedo, mi castaña, mi
cogorza, mi merluza, tampoco tiene mucho que comentar, ni ponerme cerca de Baco
como alumno aventajado. Al no beber alcohol normalmente, la melopea la he
debido de coger al agarrar el corcho de la botella de cava para extirparlo. A no
ser que en las borracheras también haya una variante británica que contagie también
muy rápidamente. Pero creo que no va a
ser el caso.
Antes de terminar quiero pedir perdón a mis vecinos que sobre la una de la madrugada de Nochevieja, me hayan tenido que sufrir a voz en grito mis conversaciones con mi amigo diciéndole a él y a su pareja, lo mucho que les quiero. Ellos también están en Donosti, pero cuando te pones por Skype ya partes de que Internet tiene que ver mucho con “La guerra de las galaxias”. Es como si ocuparas una nave espacial que te va a teletransportar, y uno ignora los recovecos que tiene el ciberespacio.
*FOTO: DE LA RED