Se dice que la vida es cruel, y lo es, sin
embargo podía aún serlo más, porque nosotros, como sujetos pacientes, no nos vamos
dando tanta cuenta de cómo nos hacemos, no mayores, sino viejos, porque al convivir con
nosotros mismos, no nos queda otra, no somos conscientes del paulatino
deterioro físico. Un buen día te das cuenta, por ejemplo oyendo la
radio, que cosas que sabes tú, hechos que has vivido, tienen que ser explicados
a las nuevas generaciones porque las ignoran totalmente.
Nadie recuerda ya aquel artilugio de los
setenta, el denominado "comediscos", de colores chillones, más estridentes incluso
que su sonido, y que te permitía, es un decir, llevar tu música a la calle. O
aquellas canciones del verano de Luis Aguilé (El tío Calambres, Juanita Banana),
porque en Europa ya se escuchaba a “Los Beatles”, pero como si se tratara de un
comic de Asterix y Obelix, en un reducto de Europa, pequeño, pero con forma de
piel de toro, no se escuchaba a los cuatro de Liverpool, sino a Don Luis Aguilé que tenía por novia, eso
decía él, a su guitarra, y que creó todo un himno para el currito de a pie, que
quien más quien menos, en algún momento dado nos hemos animado a cantarlo: “Es una lata el trabajar".
Las nuevas generaciones tampoco han oído
hablar de Álvaro de Laiglesia, generador de best-sellers veraniegos cuando
todavía no se conocía esa palabra inglesa. La verdad es que sus libros no han
resistido nada bien el paso del tiempo, pero seguro que al mismo autor,
donostiarra, por cierto, eso no le hubiera preocupado, porque su arte, que lo
era, partía de no tomarse nada en serio, ni a él mismo. Los mismos títulos de
sus libros definen tanto su pensamiento como la época para la que fueron
escritos: Un náufrago en la sopa, Todos los ombligos son redondos, y Yo soy fulana
de tal.
No se puede hablar del Señor de Laiglesia sin
mencionar que fue uno de los fundadores de la mejor revista satírica que ha
habido en España, "La Codorníz", recordando, especialmente, que tuvo que convivir con un
régimen que hacía de todo, menos reírse.
Habrá más de uno que se preguntará que si de todo lo relatado, en realidad habrá algo verdaderamente importante. Y este vecino del mundo lo tiene realmente claro en su respuesta: Todo. Porque para bien o para mal, la gente de mi generación, o de mi “degeneración”, como se quiera decir, es así por un compendio de acontecimientos, y entre ellos estaban éstos. Causa o efecto, eso es lo mismo, de toda una época, que no conviene olvidar. Para llegar a nuestros días, hemos tenido que pasar por un largo camino, en una de cuyas curvas estaba lo hoy relatado.
*FOTO: DE LA RED
Habrá más de uno que se preguntará que si de todo lo relatado, en realidad habrá algo verdaderamente importante. Y este vecino del mundo lo tiene realmente claro en su respuesta: Todo. Porque para bien o para mal, la gente de mi generación, o de mi “degeneración”, como se quiera decir, es así por un compendio de acontecimientos, y entre ellos estaban éstos. Causa o efecto, eso es lo mismo, de toda una época, que no conviene olvidar. Para llegar a nuestros días, hemos tenido que pasar por un largo camino, en una de cuyas curvas estaba lo hoy relatado.
*FOTO: DE LA RED